lunes, 29 de julio de 2013

"Siempre viviré para hacer justicia recordándoles a los mas débiles..."



RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS


ANTENA GUALACEÑA
“La voz de los pueblos del sol naciente”
Presenta:
“Un programa educativo, social y cultural, en 120 minutos, una producción dedicada exclusivamente para usted, con renovado esfuerzo y sentimiento, en el que conoceremos nuestra historia, nuestras costumbres, nuestros problemas regionales y nacionales, coadyuvando siempre con nuestras autoridades en la búsqueda de las soluciones más apremiantes de nuestras comunidades…”

Este programa fue realizado en RADIO CENTRO GUALACEO en el reconocido segmento,”recordando los viejos tiempos” con el tema:


EL BETUNERO DE MI PUEBLO

Por Dr. Nelson Muy Lucero MD


Gualaceo es mi pueblo, orgullosamente mestizo…viajamos através de su historia buscando siempre su propia identidad, es por eso que pretendemos dejar impregnadas en la memoria colectiva sus propias leyendas urbanas…

Pensativo y meditabundo, retrocedo imaginariamente en el tiempo para reencontrarme con aquellos personajes que se pertenecían quizás al sector de los más olvidados, de aquellos que nos acordábamos simplemente cuando los zapatos estaban “de pagar para no ver”, enlodados o empolvados, maltratados o envejecidos por el uso en el paso a paso que a diario transitamos…” era casi como una costumbre de dejarlo todo para última hora…ya sobre el tiempo ”todo el mundo buscando al “lustrabotas” antes que comience un acto social o religioso, un compromiso familiar, o para comenzar la semana laboral en las oficinas.

…apúrate…no seas malito, a mi primero…sácale brillo a mis zapatos, pero muévete…ya mismo comienza el acto litúrgico…estoy de padrino de bautizo…estas manifestaciones populares como las primeras comuniones, las confirmaciones, eran esperadas “con ansias” porque encontraban trabajo los “betuneros”… a nadie les interesaba quienes eran “aquellos”, pero conocían de sobra su oficio…los miraban cuando los necesitaban, siempre pidiendo que su trabajo lo hagan con rapidez y esmero…¡ten cuidado…no me vayas a manchas mis medias, le gritaban!...solo recibiendo órdenes se pasaban los días de la semana sentados esperando a los “clientes” …hay días buenos y malos, se comentaban entre ellos; pero siempre sus manos estaban manchas de tintas mezcladas, a veces hasta sus rostros abarbados y pintarrajeados accidentalmente, pero adornadas con una resignada sonrisa…que lo sabían cumplir… trabajando digna y honradamente…estaban enterados de todo lo que acontecía en el convivir comarcano…

A pesar de todo, este “oficio” o modo de vivir de aquellos… cuando me quedaba observándoles, no era nada fácil, debían esmerarse ya que tenían su propia competencia, y aún mas debían cuidarse de “los amigos de lo ajeno”…se les escuchaba decir, que su vida de betunero se les ponía difícil, cuando tenían que lustrar los zapatos a los niños y mujeres…era un verdadero “dolor de cabeza”…en ocasiones se negaban a hacerlo bajo cualquier pretexto…es que los niños jamás estaban “quietos” y las mujeres por llevar sus faldas, se les hacía incómodo el poder sentarse en el altar del “oficio”…¡qué le pasa yo no me siento ahí…!

Los portales, en los alrededores del parque 10 de agosto y la plaza Guayaquil, las veredas junto a los “baños sociales” siendo lugares de gran afluencia popular fueron siempre sus lugares preferidos.
Fue en uno de estos lugares, en el centro cantonal, junto a los “baños públicos” construidos en el año de 1942, que conocí a Homero y su hermano, si mal no recuerdo de apellido Coronel,  llegaban puntuales a su lugar de trabajo, instalando su pequeñita” oficina” de 1X2 m2, en un “rinconcito de la vereda”, dueños de una paciencia y pasmosa tranquilidad, casi no hablaban, pero con sus miradas vivaces siempre “en guardia” confundiéndose con las de los transeúntes, que pasaban sin percatarse de su existencia… casi siempre sucedía, no podían faltar como lo dirían los abuelos de ese tiempo, la llegada bulliciosa de los “malcriados”, de los “vagos” de los “ociosos”,  a molestar a los pobres hombres, a insultarles y a burlarse de su actividad…Homero y Gonzalo se tragaban “sus iras”…apenas les respondían…no sabían qué hacer, para que estas ofensas pararán…en mis cortos años, impasible sin poder ayudarles, para que no les ofendan, observaba con coraje este acoso social…Pero de allí, de su puesto de trabajo jamás huyeron y nunca faltaban, batallando todos los días, siempre dispuestos a conseguir el sustento diario  para su familia…como ellos lo decían…buscando los “cuatro reales”…

Todos los utensilios estaban ya perfectamente alineados sobre su armazón, un cajón de color rojo…sentados en una pequeña “banquetita”, con delantal azul o un pantalón “viejo” pero abierto en sus costuras que cubrían sus muslos para no manchar “el dominguero”…Homero estaba listo casi siempre junto su hermano, con su mejor “toga”, siempre dispuestos a cubrirse “las espaldas” cuando se cansaban o tenían que abandonar su banco de trabajo, para hacer algún mandado o favor a sus vecinos…

Pero aquella mañana era un tanto diferente, los clientes, los necesitados de su servicio no llegaban…la mirada de Homero tenía un aire de preocupación…ese día no tendrían quien les trajera el cafecito, su desayuno a media mañana… a leguas se lo notaba, estaba desesperado…necesitaban de dinero para hacerle “curar” a su madre…fue alguien que filtro la noticia y la respuesta no se hizo esperar…un vecino al saber de esta necesidad, se les acerco manifestándoles…yo les prestare ese dinero…agradecido Homero, el mayor de los hermanos, corrió hasta su casa buscando a su Madre…horas más tarde Homero apareció feliz,  porque su enfermita estaba convaleciendo…dirigiéndose a su hermano le pidió que le dejara su lugar, porque ahora más que nunca estaba con ganas de trabajar para devolver ese préstamo que les hiciera, el buen samaritano…

Sucedió un día, a corta distancia se les instaló la competencia…ese “colega” cuyo nombre no recuerdo, se les acercó sonriente y saludándole a Homero le dijo …ahora sí que nos vamos a volver famosos…Homero, sin egoísmo, le entrego su respuesta, diciéndole: “No le escuchen a ese viejito, no ven que los años le hacen decir tonterías…¡famosos!...si nadie nos toma en cuenta…nadie nos ha pedido que seamos candidatos, ya que ni para eso servimos…Don, el viejecito, le respondió….verás, ya mismo vienen los candidatos por aquí a repartir los abrazos…Homero le dijo, para que queremos abrazos, lo que necesitamos es darles una betunada…Don, el viejecito le respondió…ya ves, entonces si servimos para algo…mientras tanto Homero en sus adentros se decía…si me cae un candidato, le cobro el triple…frotándose las manos esperaba al candidato…Hoye Homero le dijo Don viejecito…yo sé lo que estas tramando…hazlo, pero menos a los socialistas porque ellos están por los pobres de la patria…Homero gruñendo le respondió…no son socialistas, sino “sociolistos”, que es otra cosa…Aquí les sentaré a todos o a nadie y si se sientan tendrán que pagar tres veces más de lo normal.

Sin mucho trámite, llegó el primer cliente, ocupando el altar de Homero, dando comienzo con su tarea, como el mismo lo diría en su momento, “lustrar zapatos es un arte, porque lo hace el que sabe”…mientras limpiaba los zapatos, ese cliente era estudiado minuciosamente y Homero sabía cuándo debía o no iniciar una conversación o cuando responderle con una broma…Ya con el pantalón “arremangado” y una fina cartulina de cartón servía para proteger el calcetín y no mancharlo…la conversación empezó fluir…las preguntas y respuestas iban y venían…en esas épocas el periódico llegaba días atrasado, por lo que la tertulia lo suplía…Cuanto estas cobrando la “lustrada” le dijo el cliente…Homero le respondió…no se preocupe es baratísimo, por esta semana estamos en promoción,  solo estamos cobrando del “chulla zapato”, el otro es gratis…

Llego el momento crucial,  Homero se concentraba y comenzaba con su ritual, sacando el lodazal con una cuchilleta y el polvo lo limpiaba con un cepillo, para luego bañarlos con un líquido negruzco, la conocida tintura “el negralao”…en cierta ocasión un  cliente le pregunto, como le preparaba ese líquido…Homero manifestó, mirando de reojo a la concurrencia que impacientes esperaban su turno, que eso era un secreto pro-fe-sio-nal…sonreído continuó con su “oficio”…pasando tinta por lo menos dos veces y aplicando “bacerola” frotaba el calzado para luego con movimientos circulares, y una escobilla de finas cerdas volverlos relucientes el par de zapatos, por fin el último paso, una pasadita con el paño de algodón…trabajo terminado…le dejaban su propina y el cliente satisfecho se marchaba presuroso…mientras el lustrabotas arreglaba y volvía a colocar los utensilios en su puesto…en espera y listo para el próximo cliente.
Este “oficio” no requería de letreros, la gente sabía dónde encontrarlos…ellos tenían su propia clientela…si les llegaban varios pares había un buen descuento…

Sus anécdotas eran formidables ”… contaban que un cierto día, les llegó un caballero de la localidad, impecablemente vestido pero apurado “como siempre en estos menesteres” pidiéndole que sea rápido en la “lustrada” de sus zapatos…luego de sentarse en su lugar, el betunero y sus amigos comenzaron a reírse sin aguante…agachando su cabeza Homero y Gonzalo seguían riéndose…indispuesto el personaje le pidió una explicación a su conducta…el lustrabotas,  mirándole fijamente le dijo…no se ofenda señor, es que usted lleva puesto un zapato café y otro negro…a caramba, esto es por la prisa que llevo…ya regreso en seguida, vivo cerca de aquí…pero jamás volvió…probablemente se sintió avergonzado.
Así mismo fueron múltiples las ocasiones que muchos de los clientes llegaban con calcetines de diferente color…y por avisarles se ganaban una propina.

Los fines de semana y en tiempo de vacaciones la competencia era mayor, porque los muchachos escolares salían a trabajar de lustrabotas ambulantes halando sus cajoncitos, por las calles o parques en esta ciudad.

Nos quejamos de la competencia decían, no por “maldad”, es que nosotros pagamos un impuesto a la tasa municipal…pero aún así encontramos satisfacción en este trabajo, porque nos ha permitido conocer a mucha gente del ambiente social y político, hasta artistas que nos visitan ocasionalmente…en estas silletas se han sentado gente muy importante…decían orgullosamente.
Homero recordaba, que por varias ocasiones le robaron su silleta de trabajo y por eso ahora cada atardecer lo guardo por allí cerca… 

¡Bien por estos betuneros HOMERO Y GONZALO CORONEL!...estos personajes que repartieron brillo y alegría…sin fallar un solo día, con lluvias, vientos o fríos, siempre se los encontraba en su lugar de trabajo, en aquél barrio (de la Fonda de doña Fila Fríos, del Salón la fama de doña Marieta Parra Y LA Peluquería de don José Tello)...atentos, cordiales y amables, siempre rezando con su voz, “le lustro los zapatos señor”… ya no estarán jamás… pero aunque jamás lo supieron, su trabajo es y será toda la vida en este pueblo, una hermosa tradición.

Fueron viejas épocas que se quedarán empolvándose en el rincón de los recuerdos,  los lustrabotas de la Luis Ríos R., junto a los baños sociales, nos queda todavía una borrada imagen de los hermanos HOMERO Y GONZALO; allí en ese típico rincón, pudimos observar a centenares de parroquianos cómodamente sentados en una silleta, y el pié sobre un pedestal todo de madera, y al lustrabotas ágilmente frotando con su paño de algodón, sacándole brillo al cuero de los zapatos…sin parar de escuchar el estribillo cansino del cliente… ¡apúrate que tengo prisa!.

Mi eterno homenaje para estos dos personajes y a su señora Madre, que silenciosamente fueron parte de nuestra histórica y tradicional comarca…es parte de una historia jamás contada… con respeto y admiración, creo haberles hecho justicia por su existencia.

Cuenca, 29 de julio del 2013

(Edición corregida y aumentada, del reproducido el 31 de agosto del 2002, en Radio “Centro Gualaceo”)

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