“Me dieron la vida para escuchar a mi paciente...”
Por: Nelson Muy Lucero, MD.
Alumnos del Colegio San Luis Gonzaga
Cuando nací decidieron darme un nombre (Nelson), completándolo con los apellidos el uno por mi padre (MUY) y el otro de mi madre (LUCERO), mis amigos me decían, “NEL o Nelsiño”; por existir diferencia entre mi identidad legal y la social, me quedo con la segunda.
Me contaron que nací un 15 de abril de 1954 en el cantón Gualaceo, en el barrio de “PERASPAMBA” , barrio donde hoy se encuentra emplazado el actual estadio municipal; zona del que me mudé algún dia, esto hace más de cincuenta años. Junto a mis abuelitos tuve una feliz primera infancia (5 años). Completándola después -el resto de mi desarrollo- junto a mis padres y mis dos hermanos (Segundo y Luis). Una vez que termine mis estudios de primaria, en este cantón, en goce de una beca para estudiar la secundaria salí de mi pueblo con rumbo a la ciudad de Cuenca; pues, allí curse la etapa crucial de mi adolescencia, en un internado de un afamado Colegio el “San Luis Gonzaga", muy reconocido en la Atenas del Ecuador...esto sucedia por allá, en un barrio luego de cruzar el puente de Monay...Junto a mis compañeros, terminamos graduándonos en el colegio de don Bosco y María Auxiliadora el “Orientalista Salesiano”.
Mis estudios universitarios los realicé en la Universidad Estatal, en la Facultad de Ciencias Médicas en Cuenca-Ecuador. Optando posteriormente por una especialización en Ginecología y Obstetricia, además de una superespecialización en “Perinatología y Medicina Reproductiva”, en la Universidad Autónoma en Barcelona-España.
Doctor en Medicina y Cirugía...U. Estatal de Cuenca
Tengo tres hijos que son mi orgullo (sin nietos todavía), hermosos regalos, que la vida me ha prodigado. Martha es mi esposa, mi mujer, es mi todo, es mi apoyo, es mi yo. Además, como dice la canción: “GRACIAS a la vida...que me ha dado todo”. Por eso, gracias a mi familia, gracias a mis maestros, gracias a mis amigos, en fin, gracias a Dios. ¿Qué más se puede pedir? Cuando uno no tiene más que pedir es porque tiene que dar, y precisamente ése es el motivo de seguir escribiendo mis blogs: para darles, aunque sea en parte, todo lo que la vida me dio.
Si un día juré ser un médico, hoy les cuento algo de mi vida, en mi eterna profesión. Luego de estar treinta y dos años ejerciendo y mirando a la medicina con ojos de biólogo, sentía que me faltaba algo esencial y aquello era lo invisible, pero sabía que lo esencial estaba en lo social pasando por lo histórico, ideológico, político, económico y cultural.
Siempre he pensado que en la vida, las cosas pasan por algo y por ello es que nos enfermamos y luego nos curamos, esto no es casualidad...”Borges lo decía...que todo lo casual era una cita”.
Como poder entender lo que en verdad es ser un médico...recordemos lo que decía Sócrates que para ser médico, se tiene que contar con dos condiciones:
1. poseer una aptitud, el “arte de curar”...los conocimientos y habilidades,
2. poseer la actitud de cuidar a la otra persona.
A esto lo llamó medeos.
Con respecto a la relación médico-paciente Lain Entralgo opinaba que aquello era como el encuentro entre dos menesterosos, dos necesitados:” el uno que quiere curar y el otro que quiere que lo curen”.
Para el paciente era evidente que el médico era considerado como un técnico que absorbe conocimientos como una esponja y que además extiende recetas; mientras tanto para el médico, el enfermo es un “libro de texto”, con signos y síntomas que hay que interpretar y luego codificarlo.
Hay momentos en la vida profesional que como médico ya no había nada que pueda tratar, pero como persona podemos seguir haciendo algo más. Cuando ya no hay “tekné”, siempre habrá “medeos”.
Fueron tantas las veces que me encontré, frente a un paciente con cáncer en etapa terminal y tuve el coraje (aunque no es tan fácil) de avisarle al enfermo que sus días estaban contados, y debe ser el paciente el único quien decida por su suerte.
Es que estamos tan mal acostumbrados de dar tomando decisiones por el paciente, por pensar que son las mejores, pero éstas deberían ser tomadas por el propio enfermo, a pesar de nuestra mejor predisposición.
Con todo mi respeto, pero en esto no debe primar una decisión familiar.
La inminencia de la muerte es el momento de reflexión más trascendente de la vida, el momento de las grandes decisiones, no solamente por lo material, sino por lo afectivo. En mi experiencia de años reconozco que fueron muchos aquellos pacientes que me decían: “no quiero estar consiente cuando llegue el momento...es que no quiero verlos sufrir”.
La inminencia de la muerte es el momento de reflexión más trascendente de la vida, el momento de las grandes decisiones, no solamente por lo material, sino por lo afectivo. En mi experiencia de años reconozco que fueron muchos aquellos pacientes que me decían: “no quiero estar consiente cuando llegue el momento...es que no quiero verlos sufrir”.
Creo que ha llegado el momento de contarles algunos momentos que se dieron en mi vida profesional:
A) Fue una tarde lluviosa, casi al anochecer, alguien golpeaba mi puerta...doctor, doctor...llamaban insistentemente...les respondí: ¿Qué puedo hacer por ustedes?...doctor queremos que usted vea a un paciente, esta velándose muy cerca del cementerio...emprendimos la caminata...al llegar me sorprendieron manifestando que diera viendo a aquel difunto que yacía inmóvil en su caja mortuoria y rodeado de seis cirios (velas prendidas)...discúlpenos doctor, pero parece que está vivo...definitivamente estaba más allá de sorprendido...casi no podía esconder mi furia...en algún momento hasta pensé en marcharme...mire a mi alrededor y observé que todos me estaban mirando en espera de mi última palabra...me acerque al féretro...allí estaba el difunto, con su rosario y un crucifijo, bien atado sus manos con un lazo blanco...me indicaron la correspondiente “acta de defunción” expedida en un hospital público...fue el momento cuando me quede observándole a aquel infortunado personaje que llevaba algunas horas “velándose”...pero tenía que hacer algo...aunque sabía que casi nada...me confieso que hasta me dio temor de palparlo...con el “fonendo” sobre mis hombros, pedí un espejo y me demoraron una eternidad en traerlo...fue un momento...me quede observando a una niña que jugaba con un objeto redondo, y se trataba ni más ni menos de un espejito pequeño...le pedí me prestara...y al acercarlo a los orificios nasales, mi sorpresa fue increíble aquel espejo se empaño, por la casi imperceptible respiración...fueron dos, hasta por tres ocasiones que repetí incrédulamente el procedimiento...eran las 19h:40 pm...Todas las miradas estaban sobre mi persona, preguntándome en silencio ¿Qué está sucediendo doctor?...me decidí hablar...mi diagnóstico fue lacónico... ¡ESTE SEÑOR, ESTA VIVO!...apenas terminaron de escucharme...me di cuenta que todos salieron despavoridos del velorio...no se quedo absolutamente nadie...un escalofrío recorrió mi cuerpo, retrocedí unos cuantos pasos lejos del ataúd y no me faltaron ganas de salir corriendo...Pasaron unos cuantos minutos, que me parecieron eternos...salí al umbral del cuarto y pedí a los deudos que me ayudaran a sacarlo a aquel infausto hombre de su ataúd, lo recostamos en su lecho y aquel hombre sobrevivió por muchos años...sus familiares cuando me visitaban a contarme sus dolencias siempre me recordaban aquel suceso.
B) En la historia de la medicina se narra como cuentos del pasado, que son incontables los hechos de pacientes que al borde de su muerte, solicitaban al juez competente su último deseo... tomar como esposa a su fiel acompañante...para pocas horas después caer abatido por la muerte.
C) Como si ocurriese este momento me recuerdo una a una aquellas palabras tan seguras pero agobiadas por la enfermedad, de una de mis pacientes...por favor ya no mas...no mas medicación doctor; deseo estar completamente lúcida, para conversar con los míos, para despedirme de mis hijas y mi esposo cuando el momento final que le siento cerca me llegue...¡gracias doctor!...dos lágrimas de agradecimiento rodaron por sus mejillas...abrazando y recomendando a los seres que tanto amó emprendió su último viaje.
D) Un anciano de 79 años asistió a un hospital para su “chequeo médico de rutina”...donde le solicitaron algunos exámenes de laboratorio y por encontrar algunos de esos valores un tantito alterados. Un médico joven, recién egresado y de poca experiencia le indicó un régimen higiénico-dietético demasiado estricto, incluyendo la prohibición absoluta de bebidas con contenido alcohólico. Aquél paciente a partir de ese momento se encerró en su alcoba y comenzó a empeorar, volviéndose irritable, no ingería sus alimentos, peor la ingesta de líquidos. Se volvió hipotenso y fue cuando llegó a mi consulta incluso ya sin poder caminar.
Los familiares manifestaron que desde que le impusieron aquellas recomendaciones no salía de su cuarto y no quería volver con sus amigos de su esquina preferido. Les pedí que me dejaran a solas con él, me acerque y amablemente le manifesté que yo si le permitía salir y volver a tomarse un vinito con sus amigos. Sentí que fueron suficientes estas recomendaciones, para devolverle ese gusto por vivir el resto de su vida y aún mas para que desaparezcan todos aquellos síntomas que a la familia les tenía sumamente preocupados.
E) En alguna ocasión al pasar visita por una de las salas de un hospital público una paciente me hizo llamar y me entregó un papelito con un número telefónico...pidiéndome de favor que llamara a aquel número y a cualquier persona que contestara, le informe donde ella se encuentra hospitalizada y que abrigaba la esperanza de verla... ¡sucedió!... aquella persona que llegó, era su madre que por más de largos 20 años no se habían vuelto a ver...este reencuentro fue tan emotivo, que duró muy poco...aquella paciente a los pocos minutos de este acontecimiento falleció.
F) Sucedió en un hospital público, muy lejos de aquí, en el oriente ecuatoriano donde ejercía mi medicatura rural:...sucedió en una tarde...quizás entrando la noche, que mi compañero de aula había ingresado a las 6 de la tarde a una paciente con un cuadro abdominal agudo, dejó solicitando un hemograma de emergencia y se marchó. Por el cambio de guardia me toco asistir a aquella paciente...los minutos pasaban, y yo continuaba en espera de los resultados...estos no llegaban...20h: 00pm. Traspapelados estaban los resultados...20h: 30pm, ¡por fin! aparecen los resultados...Dx apendicitis...21h: l0pm, busquen al cirujano...20 a 30 minutos después nos enterábamos por un vecino, que el cirujano no llegaría...y que no lo podrá hacer (para colmo, me envió una esquela) porque un derrumbo le impedía pasar con su vehículo y no lo podía dejar botado y me encargaba resolver los casos de emergencia que se presentaren...21h: 30.
Con estupor leía y releía aquella misiva...no lo podía creer lo que me estaba pasando...en mis adentros me decía me falta experiencia y solo no lo podré hacer...hice que llamaran a mi compañero...pero...tampoco estaba (creo que no se quería comprometer)...La enfermera “una monja” según decían con experiencia me saco de mi anonadamiento, diciéndome...usted es el médico y lo tiene que hacer... ¡apúrese!... entramos al quirófano (un cuartito adaptado para tal efecto)...la paciente yacía en la mesa inmóvil, bajo el poder anestésico...era algo increíble lo que me estaba sucediendo...paso a paso recordaba la técnica...abriendo piel, tejido celular subcutáneo, divulsionando músculo...se fue la luz...¡que coraje!...ahora ¿que hacemos?...la voz de la monja que daba anestesia y hacía de instrumentista retumbó en la obscuridad ordenando a una novicia que estaba de mirona que trajera la lámparas de aceite, el cirio y todas las velas encendidas para alumbrar aquel “cuartito”...perdón quise decir quirófano...Una vez dentro de cavidad abdominal con la luz de una linterna se logró identificar una “tripita”, larga, brillantemente enrojecida y en su extremo una zona de color negrohumo, rodeado de un halo amarillento...inconfundible, era el apéndice a punto de explotar...otra vez aquella su voz segura y adiestrada de la monja, me decía que espera proceda doctor y deje de admirar el panorama y concéntrese en lo que está haciendo...procedí quirúrgicamente cerrando su base como una bolsa de tabaco, de acuerdo a las enseñanzas de mi maestro EL DOCTOR LUIS MALDONADO Y SU RESIDENTE PEPITO ANDINO...¡lo logré!...me dije en mis adentros ¡parece que he terminado!...respiré profundo, pero sudoroso y asustado, pero con esa sensación y la satisfacción del deber cumplido...8 días después sin complicaciones la paciente fue dada de alta...desde aquella fecha mi paciente no deja de enviarme su saludo por navidad.
Fue así como aprendí el lado humano de la medicina. Como nos enseña aquel aforismo de Hipócrates: “muchos enfermos se curan solamente por la satisfacción de tener un médico que los escucha”.
En la Facultad nos enseñaron a interrogar al enfermo y en la práctica diaria aprendí a escuchar al enfermo, a conversar con él, haciéndole saber que estoy de su lado, despertando en el esa infinita e indeclinable confianza, la misma que se transformaba en terapéutica.
En la Facultad nos enseñaron a interrogar al enfermo y en la práctica diaria aprendí a escuchar al enfermo, a conversar con él, haciéndole saber que estoy de su lado, despertando en el esa infinita e indeclinable confianza, la misma que se transformaba en terapéutica.
Los años han pasado raudamente pero por mi mente pasan y repasan muchísimos nombres (de pacientes), historias, anécdotas, y con alegría les comento que es la verdad, que aprendí a escuchar a mis pacientes durante la consulta, dándoles todo el tiempo que requieran para explicarme sus dolencias y sus posibles causas. Los ancianos me relataban a detalle su juventud o algún recuerdo; quiero que jamás pensemos que estamos perdiendo el tiempo; serán múltiples las ocasiones donde un paciente acudirá solo para hablar y no únicamente para recibir una medicación.
A toda costa debemos evitar el riesgo de convertir a “esa relación médico - paciente en una simple relación médico - aparato o aparato - paciente, abandonando el lado humano de la práctica médica”.
Un premio Nobel de medicina en alguna ocasión manifestó: “en muchas ocasiones la sangre del enfermo va camino al laboratorio antes de terminar de escucharlo, y mucho antes de ponerle la mano encima”.
Es infinita mi alegría de poder sentir y saber que soy uno de los pocos profesionales que lucharon y seguirán luchando para humanizar esta profesión.
No es ningún secreto por el que mis pacientes me buscan, y aquello se debe a que yo les escucho todo lo que mis colegas no tuvieron tiempo para escucharlos; creo que así me he ganado su confianza y sano mas. El saber qué escuchar, es lo que nos diferencia del curandero, del cura, del analista, del amigo.
No hay nada nuevo bajo el sol; lo único nuevo somos nosotros que tratamos de rehacer lo hecho.
Existe un aforismo de Alfonso X "el sabio" que decía: “leed viejos libros, tomad viejos vinos, tened viejos amigos. Todo lo viejo se hace nuevo en nosotros y nuestro devenir constante”.
Bibliografía
1. Lain Entralgo: “La relación médico-enfermo”.Acento, Madrid,1990
2. Feinstein A R: “Problems in the “Evidence” of “Evidence Based Medicine”. Am J of Med, Diciembre, 1997.
3. Greenhalgh T: “Narrative Based Medicine”. BMJ.January, 1999
4. “Hipócrates, Aforismos y sentencias” Ed. Del Zorzal, BsAs, 2009
5. Aubrol, F (1993) “Los filósofos”, Madrid, Acento.
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“ Los hombres que se ocupan de restaurar la salud de los demás uniendo habilidad con humanidad están sobre los grandes de la tierra. Aún comparten la divinidad, ya que preservar y renovar es casi tan noble como crear ”
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