viernes, 15 de noviembre de 2013

ayer lo ví y lo sentí...pero HOY SON RECUERDOS......


Recordando los viejos tiempos:


  ¡AQUELLAS COSITAS…que ya no veo
en mi pueblo!


Por Dr. Nelson Muy Lucero. MD

En el ir y venir por la vida, intento refrescar mi memoria con esas vivencias de antes, dando un particular repaso a los hechos y cosas que fueron, y que ya no veo, en nuestro pueblo.

Antigua, Iglesia Colonial del Canton Gualaceo


Comenzaré, por los domingos cuando tocaba “mudarse”-colocarse la mejor ropa- y acudir a los toques de campanas de la otrora primera Iglesia Colonial que ya no está, que nos llamaba a la primera misa. Las mujeres, ordenaditas en casi obligada compañía, con velo o con reboso, los zarcillos o candongas, el bolsicón y el paño. O cuando las veías con la cesta seguro que iban con rumbo a la plaza, camino del horno o del molino de granos, sin faltarles nunca aquel delantal de los mil y un usos. Prohibido olvidar a los hombres de la vieja guardia, con su casimir y el clásico sombrero “el borsalino”-la mejor marca de la época-.

Lo que ya no veré mas es caminando por estas calles, a la emblemática figura de nuestro cantón, identificada como la típica “chola gualaceña”, mujer de mirada vivaz, con zarcillos grandes, movimientos cadenciosos y agradables, con su sombrero de blanca paja, falda corta y cintillo negro, su colorida pollera, la blusa bordada y luciendo los floridos paños gualaceños cubriéndola desde sus hombros, y caminando sobre zapatos de charol.

Si retrocedemos en el tiempo nos veremos convertidos en chiquillos, a veces con pantalones cortos de supernaval y tirantes, subiendo o bajando a la carrera, por estrechas calles de tierra, y por la única calle empedrada existente…rumbo a la escuela, frente a los maestros y entonando canciones ensayadas, eran tiempos del pupitre, tintero, carril de cartón y escasos útiles escolares; esperando la llegada del momento más esperado el recreo para desayunar la “leche en polvo” como regalo de los americanos.

Como si fuese ayer, recuerdo haciendo los mandados, entrando y saliendo de aquella botica de toda la vida; de las pequeñas tienditas del pueblo, de la casa del abuelo, de los tíos, de las panaderías; por allí también estaban las oficinas del estanco con sus guardas (Heriberto Molina (+) René Guillén(+); 


a la carrera pasamos, haciendo rodar con el penco la ruedita de caucho, por la Manuel Moreno, la calle de los herreros allí siempre estaban, los Hnos. Rodríguez, los Avecillas, al Virgilio “el paleta Avecillas”(+), al Segundo Álvarez(+); mencion especial para el recuerdo se merece Don Manuel Guaraca "el clavito", un maestro en su rama de fundidor, inventor y creador con enorme similitud a las piezas metalicas originales en acero y hierro vaceado, utilizados en la construcción de trapiches, alambiques...todo esto sucedía en el barrio de la "quebrada" el chorro, etc.;

todo estaba tan cerca y ya se percibía, el horno de los Pozos, de los Coellares, de los Farfanes, de los Izquierdos, y de las panaderas de la calle Loja. La casa confitera de la familia Moreno.

Porque no rememorar escenas como la llegada de las Gitanas, leyendo la mano y convenciendo al ingenuo ciudadano; cuando “los apagones” se producía de aquella tenue luz eléctrica por las noches se escuchaba como un clamor el pedido de la niñez, que agitados repetíamos:…Abelito…Abelito no te vayas por favor y nos parecía que nos escuchaba…y la luz no nos dejaba, para no tener que echar mano de la velita o del candil.  Familias enteras se las pasaban esperando la llegada del correo.

Las memorables visitas al barbero que con sus anticuadas máquinas rasuraban y realizaban los cortes de pelo, con un solo modelo; las pesadas en la romana y en nuestros hogares a ayudarle a la abuela dándole vueltecitas al molino doméstico para obtener la harina del maíz o la “mazamorra” del choclo, que ricos panes desde el horno o las tortillas desde el tiesto, nos esperaban en la mesa, con una taza de un hirviente café tostado en casa.

Tradicionales tortillas de maíz
Los jóvenes de antaño, se autoconvocaban…¡vamos a granear!...y salían en “gallada”, caminando por senderos previamente conocidos, conversando y riéndose con las ocurrencias más extravagantes…ya de regreso, se tropezaban con las aves más conocidas, ¡las gallinas o un buen gallo!...mirándose entre ellos, esperaban que el más avezado se lance y atrape a la indefensa ave, con el menor de los ruidos posibles, luego entrada la noche vaya a parar en una olla de agua hirviente, de una fonda conocida, donde expertas en el guisado preparaban un buen “seco de gallina”…así terminaba las tardes del graneo por las praderas de mi pueblo, en un fin de semana, especialmente en los “añorados” tiempos de vacaciones.

Hemos llegado al punto, donde echo de menos a los juegos del fútbol y las escaramuzas como cierre de las festividades religiosas, en aquel campus del antiguo estadio municipal.

Todo recuerdo me parece increíble de aquellos tiempos, cuando contemplaba aquellas callecitas con casas de puertas siempre abiertas, dispuestas al auxilio solidario y con cuartos a la calle para los distintos oficios como el de los sastres: 




de los maestros Punín, del maestro chileno (+), de los Coellar, de los Balbuca, de los Guaraca; de los zapateros: 


Don Darío Iñiguez (+), Alfredo Berzosa (+), Daniel Sarmiento (+), Don Alberto Cueva (+) y de aquél hábil hombre del pueblo que todo lo arreglaba, el anónimo “maestro cañarejo”; de los hojalateros, desempeñados por los Hnos. Salinas.



En aquellos tiempos...de tanto en cuando, aparecían con sus pitos o silbidos o con el grito, anunciando su presencia, los ambulantes como el estañador –soldador de las ollas de aluminio-, el afilador -para todos los objetos domésticos cortantes-.

Salgo a dar una última vueltecita y voy a meterme en el café de “La Posada de la abuela”, donde vivió gran parte de su vida la distinguida matrona doña Herlinda Luzuriaga Avecillas (+) dueña de la primera fonda en este pueblo y de los más grandes secretos de la cocina gualaceña. 


Como poder dejar de nombrarles a aquel manojo de costumbres que marcaron esa época en todas las familias gualaceñas, la tertulia en delante de las hogueras o las “tullpas” de un fogón.

Se vivieron épocas en la que todavía se denunciaban por trabajar los domingos; se pagaban los diezmos y primicias; se conocía y se negociaba con “el cale”, el trueque; había que esperar dos horas para la digestión y luego a dormir; el uso continuo de la “alpargata justiciera” apetecida por los “malcriados” y el uso de los remedios “caseros” los purgantes y las infusiones en tacitas de té; las gaseosas que se producía en el pueblo, era considerado como el refresco popular, que acompañado del buen pan, el almuerzo estaba servido; en las tiendas del pueblo las compras al peso del arroz, fideos, azúcar, sal, galletas y las latas de sardinas y el vino “moscatel” para los “onomásticos”; el amasijo para toda la semana y llevando al horno la lata con patatas o la cazuela de arroz, para los calentados.

Como en todos los actos, siempre juntos el párroco y vicario, sacristán y campanero, Iglesia y convento…para la misa era obligatorio llevar el traje gris de la primera comunión y tener que ayunar antes de comulgar.

En el recorrido hacemos falta: A nuestra mini central eléctrica, a aquella radio, a la central del telégrafo en la casa de la familia Delgado. El Hospital Viejo. Al Dr. D. Manuel Antonio Coello (+), el primer boticario del pueblo. Los cuartos de los escribanos con su frente a la c/Gran Colombia. Al Sr. D. Jesús Blandín un letrado hombre, fundador de instituciones, lector y escritor de centenares de cartas enviadas por ciudadanas de este cantón a los enamorados o esposos ausentes en cualquier parte. A la Quinta Adelita. Los barrios de la arcadia, patúl, el chorro. A la familia Moreno como los artesanos de los confites, chispiolas y caramelos. A D. Enrique Álvarez Luzuriaga (+) deportista y pequeño empresario para las proyecciones de las películas sobre un telón blanco en las esquinas de este pueblo, reconocido como el eterno prioste de la cruz verde en el puente blanco. 


Peliculas mexicanas de los vaqueros, 
de los machisimos y valientes que se 
proyectaban en esas épocas


A la comisaria nacional, a las barracas del pueblo. A la mazmorra como insipiente cárcel del pueblo, en la c/ 3 de noviembre, que se accedía bajando dos y medio metros bajo tierra, con un área de dos m2, piso de tierra, en la entrada una vieja puerta de madera y barrotes de hierro, en la parte posterior del hoy edificio municipal.


La carcel antigua de Gualaceo, era una mazmorra


Ya no los veo, a los tejedores de reatas y teñidores de paños en el sector del actual estadio, “Barrio de Chacapamba”. A la plaza de ganado y de los granos. A las comerciantes de “paja toquilla” del pueblo, a las familias Molina, López, Tacuri y Vásquez. Ya no están las fábricas de colas, los viejos “mataderos de reses”, en los patios grandes de tierra posterior, de las viejas casonas en este pueblo y los solares acondicionados para los mulares.


La carne de res uno de los alimentos 
preferidos en la población


Parece que fue ayer… ¿te acuerdas?...Pero debes estar tranquilo porque como lo dijera un anónimo: “El tiempo puede llevarse todo, menos los recuerdos…y estos, serán un tesoro que lo guardaras en el corazón…”…Que todo esto te sirva como acicate, querido lector, si te parece te extiendo la invitación para agregar a esta lista, otros sucesos que lo puedes tener escondido en el cajón de tus recuerdos.

15 de noviembre del 2013

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