lunes, 4 de noviembre de 2013

La c/Manuel Moreno, fue la C/DE LOS HERREROS


Recordando los Viejos Tiempos:


LAS FRAGUAS DE MI PUEBLO

Por Dr. Nelson Muy Lucero. MD




Esa estampa de Gualaceo, se ha perdido. Cuantos recuerdos y añoranzas pretendemos evocar a nuestros mayores, en una parte por el trabajo de labrar las rejas, y por otra, por ser los talleres del herrero, un centro de tertulia de los hombres que vivieron haciendo pueblo y como alguien comentó con acierto, en aquellas “fraguas” estaba una universidad de los gualaceños.

Entre los ensordecedores golpes de martillos y combos, que a diario se escuchaban en el barrio de los herreros, estos siempre se daban tiempo para comentar las cosas que estaban “ocurriendo” en el pueblo, las charlas estaban amenizadas y contadas humorísticamente y según los acontecimiento las risotadas y chacotas no se hacían esperar, con algún vecino ocioso que pasaba por "allí" y la persona que hacía de ayudante improvisado para soplar el fuelle, ya que este trabajo era según el maestro era el más descansado, todo esto sucedía mientras esperaban poder beber una "fuercita" del trago o licor que lo tenía a buen recaudo, el dueño de la fragua.

La fragua del herrero, y todos sus utensilios, han ido desapareciendo de nuestro vocabulario; pero aún se conservan en nuestra memoria, esas pequeñas edificaciones, fáciles de identificar, unos cuartitos con puertas descuidadas, que daban a la calle, de aspecto triste y negruzco. El fogón, el fuelle con tobera, el yunque, la campana de la chimenea, etc., son parte de los elementos de la fragua. 



Todo el trabajo en la fragua se lo realizaba manualmente, encendiendo el fuego con el carbón como combustible ayudado de un enorme fuelle o bolsa de aire, colgado desde el techo, asentado en el fogón servía para avivar el fuego, manteniendo la llama y el calor, y cuando las brasas estaban en "su punto", ayudados de unas tenazas grandes, al hierro candente lo trasladaban al yunque para transformarle en distintitas formas geométricas, desde lo más fino hasta lo grotesco, retorciendo a las varillas candentes sobre su propio eje e incluso laminándolas y la reja al rojo vivo, sujetándole con tenazas, las iban labrabando a golpe de martillo sobre el yunque, dándole la forma deseada, para luego ir a parar a un pilón lleno de agua, para enfriarle y darle temple.

El herrero, para su mayoría de obras, no tenía ayudante alguno, pero cuando necesitaba de alguien, era el mismo que llegaba a solicitar su trabajo, escogido como ayudante para golpear una y otra vez el "macho", acompañados de algún  otro vecino. Pim, pam, pim, pam, pim, pam; así retumbaban los golpes sobre la reja caldeada apoyada en el yunque. Esos arreglos eran habituales poco antes de preparar las cementeras.

Trabajar en la fragua sin duda fue de los más extenuantes; el herrero, no era solo un artesano, era un personaje de singular importancia reconocido en todo Gualaceo; este no solo fabricaba, afila y arregla rejas, sino que también hacía y colocaba los herrajes para toda la caballería que llegaba al pueblo, también confeccionaba los distintos elementos metálicos como adornos en metal, las cerraduras, llaves de canuto, aldabas, picaportes, las antiguas puertas del cementerio, los enrejados que rodeaban al antiguo parque central en hierro forjado. Pero eso ya.....es historia.

Podemos hacernos a una idea del cómo era el Gualaceo de entonces, con una calle dedicada para estos artesanos; conociéndoles a estos personajes, fácilmente nos dábamos cuenta en que "nivel cultural" se reflejaba en aquellos lejanos tiempos un pueblo como el nuestro. Los que avanzaron a terminar la etapa escolar, tenían una gran caligrafía y eran extraordinarios dibujantes.

De los artesanos que he conocido, siempre lo aprendieron de un maestro, estas cualidades lo heredaron de sus antecesores.

 Cuenca, 4 de noviembre del 2013

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