viernes, 21 de junio de 2013

"Todos los que se educaron y lo hacen hoy son mis ex compañeros...un abrazo"




Allá Lejos y hace tiempo:
“nuestra ESCUELITA “La Vázquez Correa”

Por: Dr. Nelson Enrique Muy Lucero

Fue en mi infancia, en aquellos años escolares, que los tuve que pasar junto a los gritos de mi madre como el mejor despertador mañanero…despiértense…van a llegar atrasados…vengan a tomar su café…Ya todo estaba listo, teníamos todos los deberes…no había tiempo para responder, pero en mi mente sabía que  todo lo tenía bien guardado en aquel pequeño pero inolvidable “carrilito” de cuero:

El uniforme consistía en una chompita azul con las siglas en el pecho EVC y una camisa blanca, con el cuello bien almidonado y pantalón “supernaval” azul.

Permítanme rememorar los famosos cortes de cabello y los peinados de la época, casi todos con “el mismo estilo”, pero bien asentaditos, realizados por renombrados peluqueros de aquellos viejos tiempos, don José Tello (+), don José María Centeno (+), don Guillermo Vera, don Aurelio Peláez (+), entre otros que no recuerdo, en el medio social se los conocía con sus correspondientes apodos...

Como complemento al trabajo del peluquero, se cumplía cada mañana en nuestros hogares, las “mamitas” se encargaban de peinarnos dándole forma a “las conchitas de cabello” quedando la frente ampliamente descubierta, con el pelo bien asentado con el jugo de limón, los cabellos quedaban “tiesos” según decían para que no se despeinen con el viento…bien arregladitos y “pintucos” en la escuela, haciendo fila, al escuchar el sonido retumbante del pito o los gritos del “profe”, tomábamos distancia con los brazos extendidos de compañero a compañero.

Como molestaban “los más grandotes” a “los pequeñines”…empujones, insultos, apodos, patadas disimuladas, nos despeinaban y desde la espalda desataban los tirantes, los halaban, luego fácilmente lo soltaban, provocando pánico y dolor, los “mas malitos” con los clásicos “pellizcones”…todo lo relatado formaba parte del “bullying escolar criollo” que ya existía en esos tiempos.

Los APODOS a nadie nos agradaba, pero en fin había que soportarlos y allí les va algunos que recuerdo: “Tico”, “abuelito”, “ñuco”, “lagartija”, “cuy”, “muñeca”, “langarote”, “rapadura”, “chupa huesos”, “she”, “Anacleto”, “!andamio”, “tuerto”, “sucho”, “cepillo”, “longo”, “mitayo”, “suco”, pezuñento, “burro”, “perro”, “enano”, etc.

Jamás olvidaremos a la campana, colgada desde el alero, y asegurada en el pilar central del segundo piso, con un péndulo amarrado a un cordel para poder tirarla, era tan pequeña pero tremendamente bulliciosa, que nos anunciaba el inicio, la hora del recreo y la terminación de la jornada escolar...a pesar de los “bostezos” lo que más esperábamos eran las campanadas de salida para la hora del almuerzo…salíamos en fila y grado por grado, a volver de casa…a los compañeritos que vivían lejos, sus “mamitas” les esperaban con el fiambre sentaditas en las veredas de los portales alrededor del parque y la plaza central.

El bullicio escolar mañanero, era tremendo se escuchaba comentar a los vecinos.  Fueron tiempos en los que se cumplían periodos académicos en doble jornada.

Había un profesor, que no recuerdo su nombre…aquel que fungía de inspector, sin cara de buenos amigos, con una voz fuerte ordenaba: ¡a formarse! ¡Tomar distancia! ¡Silencio!... ¿Oye Avecillas, que no sabes lo que es hacer silencio? Siempre a la defensiva, endilgando los apellidos de los desobedientes…mientras tanto nosotros finalizando los recreos siempre “sudorosos” en la fila tomábamos distancia con los brazos extendidos, para luego seguir a las aulas, caminando en completo orden y desorden.

Todos los lunes, era costumbre los momentos cívicos, nos formábamos para cantar el himno nacional en posición de firmes, sin pestañear, para luego escuchar las indicaciones importantes para la semana…Al penetrar al aula…nuestra mirada sin querer se dirigía a aquel rincón donde reposaba una infaltable vara de membrillo a la que todo el mundo temblaba...quien le carga “al fulanito” preguntaba el señor profesor y dueño de la tiza...los cepillos respondían el “Campoverde señor”…era el apellido del más grandote y perezoso de la clase, una vez cargado en sus espaldas sobre el infractor caía tres varazos…luego los acreedores contaban que dolía mucho…para no hacerse cargo de esos castigos, había que cumplir con los deberes y no llegar atrasado a clases…había ocasiones que la escuelita se parecía a una correccional…

Lo que nunca olvidaré es a los semaneros, quienes siempre fueron los encargados de tener el pizarrón bien limpio y borrado...con la inseparable almohadilla roja de franela, colgando de un clavo a un lado del pizarrón…por aquellas épocas en un aciago día, jugando la rasgamos y vaya descubrimiento, lo que llamábamos borrador no era más que un pequeño bolsillo relleno de trapos viejos…ja, ja, ja, ja.

En nuestro pensum de estudios, el dibujo y las manualidades fueron materias muy esperadas, allí demostrábamos nuestras cualidades habilidades y destrezas…entre los materiales que más se utilizaban estaban el papel cometa, papel celofán, papel crepé y las hojas de papel de brillo…la goma del eucalipto, era un excelente pegante para manualidades, pero sin olvidarnos del engrudo (harina de achira mezclado con agua).

Otra de las clases preferidas fueron las del coro y música, protagonizadas por el profesor Augusto Saquicela (+) solo al oído se daba cuenta del estudiante desafinado y se daba tiempo para sacarlo del grupo y volver a entrenarlo.

Para las clases de escritura o caligrafía, utilizábamos los cuadernos de doble raya, la tinta china, las plumas, al comienzo estas no escribían, porque no habíamos venido quemando las puntas, era entonces cuando se armaba el caos, porque los avivatos querían a la fuerza cambiarnos de plumas, abusivamente. A pesar de que los tinteros eran involcables, de base parcialmente redonditos, se daban vuelta y la tinta no se salía, a pesar de ello lográbamos manchar los pupitres.

Teníamos profesores que fueron verdaderos maestros en caligrafía; nos enseñaron a escribir con tinta china, pluma, y papel secante...Dios santo que caligrafistas que salimos de esta escuelita.

Todas las aulas tenían su botiquín, al principio del año escolar todos repletos de curitas, mejorales, finalines y alka-seltzer, pero luego de cierto tiempo, estos casi siempre estaban completamente vacíos (pobreza franciscana).

Los paseos de excursión en la materia de Lugar natal, eran tan esperados, la cuestión era salir de ese encierro involuntario. Las materias de Cívica y Urbanidad, nos inculcaban a respetar, saludar y ser ordenados. Odiábamos la aritmética, porque no podíamos memorizar aquellas tablas de las operaciones fundamentales; pero en cambio nos pulíamos en los trabajos manuales, jugando con el barro o ceraturo; el aprendizaje se completaba en la materia de religión, con las enseñanzas del director espiritual el padre Guillermo Andrade, que junto al catecismo y la historia sagrada, marcaron un hito en nuestra formación de fe y cristiandad.

Cuando participábamos de los sainetes, se suscitaron hechos anecdóticos; me disfrazaron por una ocasión de papá Noel en las Navidades Vazquecinas y nadie sabía quién era, hasta que a alguien se le ocurrió contar; notoria fue mi participación, en el coro mixto juntos los niños de la Vásquez Correa con las niñas de la escuela Santa Rosa de Lima, interpretando los tradicionales villancicos.

Fueron inolvidables los recreos, pateando las pelotas de trapo, en el puesto de arquero, porque era el menos apetecido y se podía jugar, caso contrario me hubiese tocado ocupar un puesto en las galerías de los observadores.

Como el último de mis recuerdos, algo inolvidable, que marco la dirección para buena parte de mi vida: MI PRIMERA COMUNIÓN.

Cuantos recuerdos llevo de mi escuelita:
  • Todos los lunes y fiestas cívicas se entonaba El Himno Nacional.
  • Sus pupitres eran de madera, impecables al comienzo y al final terminaban con leyendas
  • Cuando el profesor nos pedía traer “el engrudo” y se descuidaba, este pegamento pasaba a ser frotado en la cabeza del pobre estudiante, José “el pepe” Tapia…quien no sabía si llorar o avisar al profesor.
  • La campana era tocada por un compañero asignado, sonaba de acuerdo al horario establecido.
  • El patio era de tierra, pero allí se pateaba fuertemente el balón, con canillazo incluido.
  • Los castigados eran enviados a presentarse en la dirección, pararse en un rincón de la propia clase o ser encerrado en celda “obscura” del castigo “bajo la grada” y de acuerdo con la gravedad de la falta era obligado traer al representante.
  • Los desayunos se daban como "refuerzos" hechos de leche en polvo, pancitos de harina enviados por el programa alianza para el progreso.
  • El cuarto obscuro de castigos bajo la grada, era el lugar donde se guardaba el pan, y algunos de los alumnos sabían de esto y se daban el lujo de hacerse cargo de los castigos, con el único fin de ser encerrados en ese cuarto, para comerse el pan allí guardado…muy tarde se dieron cuenta los directivos de esta jugarreta estudiantil.
  • Siendo alumnos del sexto grado, Tarquino Vásquez y Nelson Muy se hicieron cargo de las ventas en el Bar durante los recreos, pero fuimos catalogados como malos comerciantes porque cada vez salíamos alcanzados…y luego obligados a reponer lo perdido.

Los profesores se esmeraban en prepararnos cuando tenían que venir de visita el supervisor, haciéndonos practicar las tablas en aritmética, los verbos en gramática, las capitales de las provincias en geografía, junto a las hoyas del callejón interandino, etc." pero de memoria".

El aprendizaje de aquella época era así como se reza literalmente: “a un lado la miel y al otro lado la hiel”...todos tenían que dar sus lecciones caso contrario no éramos promovidos de año...si sabíamos pasábamos al grado inmediato superior...

  • El café de los maestros a la hora del recreo…eran clásicas las escapaditas, los caíamos en cuenta.
  • ¡El libro "De Lectura", con el que aprendí a leer! Válgame Dios que no lo recuerdo.
  • Teníamos un profesor que por “visco”,  nunca sabíamos a quién estaba mirando.
  • Era la época, no se como será ahora, que aprendíamos primero geografía de Europa y después de América y del Ecuador , primero historia europea y luego historia patria. Disculpen si mal recuerdo.
  • A la salida de la escuela bien formaditos hasta llegar al parque central donde se suscitaba “la gran trifulca” porque coincidía con la salida de la escuela Brasil, por este encuentro violento semanalmente habían ojos con tremendos moretones y todo por defender a nuestro templo del saber.
  • Siempre me recuerdo de aquellos compañeritos, donde les encuentro soy el primero en saludarlos con un estrechón de manos y el abrazo incluido.
  • Aquí les recordamos a algunos profesores de mi época: Alfredo Saquicela, Serafín Orellana, Marco Bonilla, César León, Ramón Lazo, Al mono Orellana, entre otros.
  • Vale la pena recordarle con aprecio al Profesor MARCO BONILLA Y SU BANDA DE GUERRA
  • Está prohibido olvidar a nuestros “profes” solterones y a los “profes” que se quedaron en el medio conquistando el corazón de ilustres damas gualaceñas.
  • Me pregunto ¿dónde estarán la mayoría de los compañeros de clase de entonces? ¿No será hora de organizar un reencuentro?
  • Hace 48 años que termine mi escuelita pero son recuerdos con cariño y creo que se quedaron conmigo

Deseo agradecerles infinitamente el haberme abierto la puerta de mis sentimientos, entregándome esta oportunidad para haber compartido con ustedes estos momentos al que lo califico como los más bellos recuerdos...Por eso te quiero “escuelita” y hasta la muerte seguiré siendo un ex alumno más de la Vásquez Correa para esta comunidad que me vio nacer, crecer, correr y triunfar.

¡Hasta siempre maestros, padres de familia y compañeritos del alma que hasta hoy ocupan aquellos puestos en los que hace mucho tiempo también fueron nuestros…y para siempre seguir siendo un ex alumno de la Vásquez Correa…!


¡Qué linda es NUESTRA ESCUELITA, la VAZQUEZ CORREA…
Siempre nos pareció que era única y la mejor de todas!

Viernes, 21 de junio de 2013

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