LAS SUPERTICIONES DE
LOS GUALACEÑOS
Por Dr. Nelson Muy Lucero MD
LAS MUERTES NO NATURALES
Fueron épocas donde la mayor parte de la población GUALACEÑA, eran “labriegos” trabajadores del campo, por lo que había bastantes probabilidades de que fueran alcanzados en cualquier momento por un rayo durante las tormentas, en las inmensas y desoladas llanuras. Desde que tuve uso de razón, sentía pánico, es decir un miedo ancestral frente a los fenómenos naturales debido a que no los podíamos controlar.
La muerte por accidente, era
considerado como castigo o como el efecto de un poder maligno, diabólico.
Se conocieron casos especiales de fallecimiento, como
aquellos causados por el rayo, por ahogamiento, por el embestido de un animal,
por la caída de una acémila, un “tropezón”, por atragantamiento, por accidentes
de tránsito, etc. indudablemente fueron considerados
como un castigo, más claro que ninguna otra forma de muerte repentina; el
homicidio, que trae por consecuencia que el espíritu del difunto no descanse
hasta que el asesino haya sido castigado y, muerto también, haya pasado a la
eternidad como” condenado; y finalmente, la muerte por embrujo, que
generalmente es un fallecimiento tras breve enfermedad, extraña y desconocida,
y aún dolorosa, de una persona joven o madura, en la plenitud de sus fuerzas.
Estas eran las muertes que ocasionalmente provocaban gran
temor y para tratar de aplacarlas se ejecutaba todo un ritual.
Se rezaba y se recurría a Santa
Bárbara y se encendían velas “benditas” que las tenían bien guardadas y que
fueron bendecidas un viernes Santo.
Se colocaba una cruz en el lugar del suceso, y cuando la
gente cruzaba por allí iba amontonando piedras a su alrededor. (Estos rituales fueron
costumbres traídas por los españoles).
En nuestro pueblo hay cruces en todo lado, en las colinas cercanas y lejanas del pueblo, de igual manera en los bordes de los caminos vecinales y carreteros. En lugares bajo enormes arboles donde fallecieron por resguardarse de una tormenta lo mató un rayo.
Mi abuelo le asistió a un amigo en una tarde de truenos y
lluvia torrencial, a quien lo mató un rayo en la puerta de su propio establo...lo
encontró agonizante.
Ahora puedo entender el porqué del “pánico” que sentía mi abuelita, mi madre y los vecinos cuando se
avecinaban las tormentas...el día se obscurecía, los ríos y las quebradas
crecían desbordándose, mientras arreciaba la lluvia y los vientos fuertes.
EL LUTO GUALACEÑO
Durante el luto había ciertos formulismos que había que
seguir rigurosamente. Según la cercanía en la línea de parentesco el luto
duraba más o menos tiempo. Para los padres y hermanos se guardaba como mínimo 3
años, ya desde mi generación duraba únicamente un año, durante el cual las
hijas no podían ir al baile, ni acudir a fiestas. Para ir a la Iglesia en lugar
de mantilla usaban un sobrio velo.
Se vestían totalmente de negro, y sobre los dos años se ponía alivio de luto, que consistía en poner sobre el negro algún detalle blanco.
Se vestían totalmente de negro, y sobre los dos años se ponía alivio de luto, que consistía en poner sobre el negro algún detalle blanco.
En los entierros el féretro lo portaban usualmente los familiares, aunque lo podían hacer sus amigos o cualquier vecino con mayoría de edad, desde la casa del duelo hasta la Iglesia.
El pésame se recibía en la puerta del cementerio, o en la casa del fallecido. Hasta en estos momentos contaba el estatus social del difunto, que se medía por la cantidad de curas que oficiaban el sepelio.
Existió la ceremonia popular
(denominado lavatorio, paigasa o despacho) de lavar en la quebrada o ríos, de
quemar la ropa y/o los objetos personales del difunto, en el cuarto o quinto
día de la semana que sigue a su fallecimiento.
Popularmente aceptada era la
creencia de que las “almitas” se hacían presentes ante parientes y amigos para
recordarles sus obligaciones (de una vela, o ceremonia en su tumba, en
determinados días), o cuando insisten demasiado con sus visitas para pedir una
"misa de almas".
Se dice que el almita pide
por medio de sueños su vela, o su parte, pero si no le hacen caso, le quedan otros
recursos más fuertes: un susto repentino, una caída inexplicable, un accidente con
un tobillo desgarrado, etc., con esto convencerán finalmente al deudo dejado, que
debe apurarse en cumplir con sus obligaciones para con el finado.
A veces la creencia obligaba
a pensar que “las almitas” aparecían para entregarles un buen consejo.
LAS BRUJAS
Como estos seres “las brujas” tenían poderes mágicos,
y volaban, entrando normalmente por las chimeneas.
Para evitar este
allanamiento de morada, se ponían las tenazas en el fogón de la chimenea en
forma de cruz, y se decía: Si viene Dios que vea la luz. Si viene el diablo que
vea la Cruz
A las brujas se las reconocía, porque aquellas mujeres, cuando
alguien les "caía mal" les predecían alguna desgracia, que añadida al
miedo y la superstición, a veces se cumplían.
En nuestra sociedad se tejieron, una gran cantidad de historias alrededor de estos personajes.
Habían mujeres señaladas en algunas
comunidades como si se trataran realmente de Brujas, a ellas, no se les
aceptaban ninguna invitación, mucho peor cuando estas les brindaban algun
alimento, por temor que al ingerirlas les “brujeen” provocándoles “males”
incurables.
Para contrarrestar este
"mal" hecho provocado por alguna bruja o, algún otro ser maligno, se acostumbraba
a rociaban todas las habitaciones de la casa con agua bendita, y se salía de
cada una de ellas de espaldas y rezando, para luego proceder a encender las
“velas benditas”.
Los niños, eran una presa fácil para estas creencias, provocándoles temor, lo que les causaba el llorar desconsoladamente; cuando se presentía que la "presunta" bruja estaba cerca, la mayor parte de las veces, para alejarla solo bastaba con amenazar con algún contra efecto, y deshacer el hechizo, utilizando agua bendita y las ramas de ruda que se las colgaban en el portón de entrada a la casa.
Se sabía que podían echar un “mal de ojo” a los recién casados, para que no puedan "consumar" su luna de miel, ya que ello provocaba que cuando uno se subía a la cama, el otro se caía.
El día de Noche Buena, era muy especial para estos seres. Pasando la media noche se temía que podía pasar cosas horripilannnnntes...Era una razón mas que suficiente, para que a los niños jamás se les dejaría solos. Incluso para salir a la “misa del gallo”, siempre se dejaba recomendando a algún adulto para su cuidado, porque se decía que: de 12 a 1 andaba la mala fortuna, pero que de 1 a 2 andaba la Madre de Dios.
Los niños, eran una presa fácil para estas creencias, provocándoles temor, lo que les causaba el llorar desconsoladamente; cuando se presentía que la "presunta" bruja estaba cerca, la mayor parte de las veces, para alejarla solo bastaba con amenazar con algún contra efecto, y deshacer el hechizo, utilizando agua bendita y las ramas de ruda que se las colgaban en el portón de entrada a la casa.
Se sabía que podían echar un “mal de ojo” a los recién casados, para que no puedan "consumar" su luna de miel, ya que ello provocaba que cuando uno se subía a la cama, el otro se caía.
El día de Noche Buena, era muy especial para estos seres. Pasando la media noche se temía que podía pasar cosas horripilannnnntes...Era una razón mas que suficiente, para que a los niños jamás se les dejaría solos. Incluso para salir a la “misa del gallo”, siempre se dejaba recomendando a algún adulto para su cuidado, porque se decía que: de 12 a 1 andaba la mala fortuna, pero que de 1 a 2 andaba la Madre de Dios.
Los poderes que tenían estos
seres, se comentaba que se transmitían en los últimos momentos en la vida de la
"presunta" bruja, normalmente era acreditada a alguien de la familia,
con solo darle la mano, pero si esta persona no era de su agrado aceptarlo, le
daban una caña a la cual se asía y después, la quemaban.
Había la costumbre de
vestirse de negro, con sombrero en forma de cono, máscara y una escoba, como si
pretendiera volar, para lograr provocar miedo a la gente. Algunas “brujas”, se
aprovechaban para llevarse la comida del fuego, y la dueña de la comida no lo
denunciaba o protestaba, por miedo a la "represalia” o a la maldición de
la bruja.
Existen espeluznantes
historias que se contaban alrededor de una hoguera en los campamentos o en
reuniones en el pueblo.
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