RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS
EL
FESTIVAL DE LOS JUEGOS TRADICIONALMENTE GUALACEÑOS
Por: Dr. Nelson Muy Lucero, MD.
Gualaceo erase una vez como una
gran familia...podría ser el inicio de esta historia, una historia llena de
alegría, pasión y amor por el pueblito que nos vio nacer y crecer...allí nos
recreábamos haciéndole a los juegos tan tradicionales pero por supuesto
enseñados por nuestros mayores... aquellos juegos, que nos proporcionaba
identidad con nuestra cultura, intensificando el orgullo de ser
“gualaceños”...así como la música es nuestra pasión, lo son también el recuerdo
de aquellos juegos populares, constituidos en una práctica común en nuestra
bella y envidiable infancia.
Fueron
tantas las ocasiones que observe a mis amigos cuando salían de su casa, con el
dorso de su mano derecha, “restregándose” sus ojos, clásica señal de haber sido
reprendidos o su vez maltratados en su hogar...con caritas de afligidos pero
“apenados”, nos acercábamos para asistirle, con un bombardeo de las mismas
preguntas de siempre: ¿Por qué estas llorando? ¿Qué te paso? ¿Te pegaron? ¿Con
que te pegaron? ¿Quién fue? ¿Te dolió mucho?...pero no faltaba alguien que
rompiendo aquel impresionante interrogatorio, nos hacía la invitación, con una
frase que nos encantaba escuchar... ¡VENGAN QUE VAMOS A JUGAR!
Si la
memoria no me es esquiva comenzaré enumerando uno a uno de aquellos JUEGOS TAN
TRADICIONALES que en más de una ocasión nos sirvieron de distracción,
reencuentro y competencias con los amigos del barrio.
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Los
competidores se metían dentro de sacos de “cabuya” permaneciendo de pie y
sujetándolos a la cintura con sus manos. Los sacos le impedían caminar o
correr, ya que lo único que podían hacer era saltar, para recorrer una
distancia determinada.
El que llegaba primero a la meta era el triunfador.
Este
juego fue muy popular, la gente lo disfruto mucho viendo estas carreras y las
caidas de los competidores.
2. EL BAILE DEL SOMBRERO
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El número de los concursantes debía ser impar, se los colocaban por parejas
y el que se quedaba sólo llevaba puesto un sombrero, al sonar la música todos tenían
que bailar; pero al parar la música se cambiaban de parejas y el que tenía el
sombrero tirándolo hacia arriba corría buscando a su pareja, el que se quedaba
sólo tenía que ponerse el sombrero y se volvía a empezar.
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Este juego consistía en el que cada jugador tenía
que correr con el rabo de una cuchara en su boca y en la cuchara llevando un
huevo. Salen desde una línea marcada en el suelo y corriendo lo más rápido
posible intentando que el huevo no se les caiga. Si esto sucede, el huevo se
rompe y el jugador quedaba automáticamente eliminado
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Los que se inscribían para este
concurso, tenían que sujetarse al reglamento improvisado de los organizadores;
se escogían variados alimentos, incluyendo una porción de machica “harina de
cebada” y para que no se “atoren”, en la mesa no faltaba el agua o gaseosas.
El
que comía más era declarado el triunfador y se le entregaba a un premio, que
muchas veces no estaba del agrado del competidor.
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Este juego es bastante creativo, todavía con gran aceptación y actividades
en nuestra ciudad, especialmente en las épocas de verano, es decir en el tiempo
de vacaciones escolares.
Los materiales más utilizados podríamos decir que son: el sigsal, el carrizo,
papel de globo en colores vivos, pega, engrudo, hilo o piola gruesa, y un buen
viento para hacer volarla cometa.
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Los jugadores sentaditos, formando un círculo en la sala o en el gran patio
reciben cada uno de ellos el nombre de un vegetal, animal o un número; es
cuando el animador en el centro del ruedo hace rodar el plato y en un momento
dado grita el nombre o un número, el jugador nombrado debe salir corriendo e
intentar agarrar el plato antes que este dejara de girar, si lo consigue
volverá a su lugar, en caso contrario dejará una prenda, que al final será
penalizado, para luego retirar su prenda.
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En nada ha cambiado una partida de cartas. En esta foto
de hace algunas décadas vemos que se jugaba con el mismo entusiasta interés que
se juega ahora. Nada se pierde, nada se gana, y sin embargo, se discuten
jugadas o se cantan los cuarentas.
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El palo encebado consistía en un palo afirmado en el suelo, de aproximadamente
10 a 12 m de altura, cubierto de manteca, aceite o grasa, con el fin de hacer
más difícil el ascenso de los participantes.
Quién lograba ascender hasta la cruz, era el ganador de todos aquellos
apetitosos premios, inclusive dinero, se encontraba el feliz triunfador en esta
dura jornada.
La subida al “palo encebado o engrasado”, es un juego tradicional que se
resiste a desaparecer con el tiempo.
10. EL JUEGO DE INDOR CON LA PELOTA DE TRAPO
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Sin duda fue una de las diversiones más antiguas que podríamos recordar al
jugar con una pelota de trapo.
El estar en el barrio, en el colegio o con los amigos y no tener una pelota
a la mano hacía que los trapos, medias y papeles tomen un rol importante en la
diversión. Para esto, antes había que seguir una serie de pasos para que esa
bola hecha de telas viejas enfundadas en una media, quede hecha de tal manera
que resista el arrastre y patadas donadas por los jugadores en un partido de “pateando
la pelota de trapo”.
El aquellos tiempos, solo por las revistas deportivas se conocían de la
existencia de las pelotas de futbol. El ingenio creativo dio como consecuencia
la aparición de las “pelotas de trapo”.
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Se
conformaban dos bandos, de igual número de participantes, jalarán una cuerda
común; la mitad de los participantes a la izquierda y la otra mitad a la
derecha de una línea divisoria marcado en el centro con tiza o carbón.
El grupo
que haga menos fuerza perderá al pisar al otro lado de la línea divisoria
demarcada.
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Se juega generalmente,
con una cuerda de cabuya; tomándole de sus extremos, se bate. Las personas que
juegan deben ingresar una por una saltando sobre la cuerda. Mientras los que
baten cantan en coro: Monja, viuda, soltera, casada. Monja, viuda, soltera y
casada...esto sigue hasta cuando la persona que salta pierde, por no saltar debidamente,
ya sea por cansancio o por falta de concentración.
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Este juego recreativo, se lo practicaba hace tantos años atrás, con mucha
frecuencia, utilizando bicicletas o caballos. El jugador llevaba en su mano
diestra un objeto punzante (espino de penco, un agujón o alambre) y al paso tenía
que embocar en la pequeñísima argolla cocida a cintas multicolores y si lo
lograba, recibía el premio donado, de acuerdo con el número que esa cinta
llevaba marcado.
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En un par de tiras de madera largas, redondas o cuadradas, se construía una
base inferior triangular colocada a 10 o 15 cm, desde el suelo, dándoles un
nombre de “zancos”.
La competencia consistía que los competidores subidos en los zancos debían correr
y trepar las lomas o subirse en las veredas, debiendo tener la habilidad suficiente
para mantenerse en equilibrio y no caer.
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Este juego apareció por los años 60 o 70. Lo practicaban generalmente los
jóvenes en los colegios, utilizándolo para molestar a las muchachas y a sus
propios compañeros.
Los materiales utilizados fueron, las minas vacías de los esferográficos,
un embolo de alambre y como proyectiles papel enrollado o la carne de las pepas
de aguacate. Al empujar las minas cargadas, salían como verdaderos proyectiles.
Estos
mismos juegos en son de competencias, se repetían una y otra vez en las calles
de mi pueblo, especialmente cuando llegaban las festividades religiosas (como
las del santo, el patrono del cantón) y en las escuelitas, durante los recreos,
en sus horas libres.
Al
recordar estos juegos podríamos decir que son reflejo de
la sabiduría y el ingenio acumulado por la humanidad y que son una parte
importante de las bases principales de la civilización. Hoy en día nadie duda
que el juego forme
parte del acervo cultural de cada comunidad.
Sin embargo, tampoco es una
novedad que los juegos tradicionales infantiles, han ido desapareciendo
paulatinamente con el progreso de la tecnología, al entregarnos nuevas formas
de diversión y entretenimiento, compitiendo exitosamente con los juegos y
juguetes del
ayer.
Estos van quedando en la
memoria de nuestros mayores y ya no se transmiten de forma espontánea de generación
en generación.
Cuenca, lunes 21
de enero de 2013
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