jueves, 19 de junio de 2014

Pateando cráneos…pateando vejigas…¡ASI NACIO EL FUTBOL!




¡Lo leí por ahí alguna vez…hoy quiero compartirlo contigo!

Por Dr. Nelson Muy Lucero MD




Históricamente se conoce, que durante los años 1016 – 1042, Dinamarca invadió Inglaterra, apoderándose de su territorio.

Los invasores demostraron ser tipos muy rudos, por lo que el odio de los conquistados a los daneses se prolongó por largo tiempo. Finalmente los ingleses lograron expulsarlos de su patria.

Años después, un inglés había estado cavando la tierra en un probable viejo campo de batalla y sorpresivamente desenterró con su pala un cráneo, era la calavera de un soldado Danés. 

Aquel inglés un hombre lo suficientemente viejo para recordar los días de ocupación danesa, con furia revivió aquellos hechos crueles y dolorosos…furiosamente lanzando la calavera contra el suelo, empezó a darle patadas una y otra vez…aquél connato de violencia parece que le hizo sentirse bien…unos campesinos que pasaban por el lugar, incrédulos observaron aquella tremenda acción…fue cuando aquel hombre se les acercó, para explicarles porque lo hacía…al enterarse de aquello que lo motivo ha hacerlo, inmediatamente todos reaccionaron lanzándose al potrero para patearle al cráneo del danés.

Con las patadas a las calaveras danesas se provocaban heridas de los pies, rotura de los dedos, se lo consideraba como si fuese parte del juego, inclusive los zapatos, no resistían por tanta pateadura propinadas a las calaveras danesas…este novedoso juego fue tomando cuerpo y se popularizó, especialmente en los sectores campesinos de Inglaterra.

A un hortelano Inglés se le ocurrió reemplazarle a la calavera por la vejiga de vaca, que luego de ablandarla golpeándola, le inflaba soplándole, quedando lista para el juego.

Entonces podríamos deducir, que en aquél lejano día, cuando los ingleses se juntaron en el potrero para patearle a la calavera del soldado danés, se habría producido el primer partido de fútbol sobre el planeta tierra.

¡Los ingleses, fueron los inventores del FUTBOL…! este apasionante juego reúne multitudes…produciendo el milagro de la unidad de las naciones.



viernes, 13 de junio de 2014

"Gracias por la oportunidad de compartir con mi gente, el pasado que solo se recordará...""




Con su anuencia Señor Director

Hace muchos años me asomé a la ventana de opinión de la radiodifusión en el cantón Gualaceo, luego a través de las páginas sociales en Internet al mundo entero, que lo supieron acoger generosamente los radioescuchas mi revista radiofónica “antena gualaceña” y los bondadosos lectores mi columna “Crónicas de Gualaceo…la calle me contó” en el BLOG creado en Google, todo esto sucedía a pesar de mi desventaja por mis limitaciones, que la sabía disimular con un poquito de humor, pasión y firmeza en el debate de ideas con ilustrados y respetables amigos de mis páginas.

Siempre ha sido para mí un reto y al mismo tiempo un privilegio, el poder escribir “las crónicas de mi Cantón” provocando al lector su hilaridad o quizás su incomodidad por mi forma simplona–como solía decir mi padre (+)-de decir las cosas, sin la elegancia de los columnistas y prosistas académicos.

Como en el ayer me escuchaban, me entere que hoy me leían entonces continúe aprovechando este espacio, para seguir escribiendo a mi manera, pero siempre adosado a la verdad y a la dignidad humana.

Señor Director de Cultura, todo lo sucedido hasta aquí ha sido una experiencia enriquecedora, que nutrió mi espíritu, sirviéndome para la consolidación de mis grandes principios sociales, políticos y culturales, sin sacrificar mis principios revolucionarios.

Continuare mostrándome en esta ventana a la comunidad, conociendo que siempre estaré expuesto al escrutinio de la opinión pública, y siempre a sus órdenes, cuando usted requiera de mi modesto aporte.

Permítame expresarle mi profundo agradecimiento a usted señor Director de Cultura del M.I. Municipio del Cantón Gualaceo, por haber garantizado la presentación de un extracto del centenar de CRONICAS DEDICADAS A GUALACEO: “Siguiendo las huellas de su pasado…”coloquio en dedicatoria a los 190 años de su cantonización.

Muchas gracias señor Director por la oportunidad que me brindo. Y más agradecido por los que tuvieron la paciencia de soportarme en la exposición oral de mi cuartilla, que lo prepare con toda mi voluntad por usted y para mi pueblo.


Atentamente,

Dr. Nelson Muy Lucero MD.

jueves, 12 de junio de 2014

"Tal como lo escucho HOY en el COLOQUIO del auditorio de la M.I. Municipalidad de Gualaceo"



RECORDANDO LOS VIEJOS TIEMPOS:

“SIGUIENDO LAS HUELLAS DEL PASADO… EL PUEBLO VIEJO DE GUALACEO…”

Por: Dr. Nelson Muy Lucero MD

“Lo que empezó como un relato de mis vivencias pasadas frente a un micrófono, en la radio de mi pueblo (Gualaceo, Provincia del Azuay), hoy se ha convertido en un proyecto real para continuar recogiendo todas aquellas imágenes vividas en nuestra infancia y juventud, junto con aquellas fotografías descoloridas y quemadas por el tiempo, encontradas en el baúl de los recuerdos,  para devolverles su vigencia para que se transformen en un inmortal documento testimonial…”

Iglesia Colonial de Gualaceo
 
Fue una noche de mi infancia, sentado en un pedazo de madero de un viejo árbol de capulí, que un día cayó y le hicieron leña, era mi banco preferido, que mi abuelo lo rescato y servía para el descanso…al continuar caminando rodeado por las sombras de una noche y cobijado por una tenue luz de luna llena, alcancé a lo lejos divisar diversas formas, entre ellas una silueta humana, no estaba solo me decía, mi reacción fue preguntarle al viento…¿quién anda ahí?...pero nadie me respondió…solo fueron sombras producidas por esa noche oscura, que solo mi mente al parecer las captaba creativamente…la curiosidad me vencía, paso a paso pude acercarme al lugar observando con asombro pues lo que había visto solo fue una ilusión y en su lugar estaba un árbol o un arbusto cualquiera…pero de pronto el ladrido de los perros se hicieron más cercanos e intensos…alguien se acercaba…era mi abuelo que llegaba de viaje, rayando la madrugada…porque no duermes me preguntaba…no lo podía hacer…sabía que llegarías…siempre le esperaba porque algo de la vida pasada me contaba.

El haber tenido la dicha de conocer y vivir con mis abuelos, ya es una ventaja, porque son muchas las preguntas sobre la vida del pasado de mi pueblo que encontré respuestas al tener acceso a esas páginas vivas de la historia, a pesar que algunas de ellas incluso las he olvidado, otras las quiero contrastar y hay de las otras que jamás podre encontrar respuesta alguna.

Es ahí precisamente donde comienza este increíble viaje para husmear la vieja historia de un pueblo, y rescatándola del olvido, compartir con todos los que sienten esa misma curiosidad y pasión por conocer el pasado histórico de este pueblo llamado GUALACEO, que yace escondido en las penumbras del tiempo y rodeado de colinas, consideradas como “guardianas” de este valle sagrado.

Tanto en las casas como en las iglesias con sus torres se evidenciaban vestigios de la cultura española. Los primeros pobladores datan de la época colonial, por el trazado de sus estrechas calles, los muros de su antigua iglesia, cementerio y los trazados de sus acequias que recorrían  bordeando la calzada.  Los diferentes colores y el blanco predominantemente y la cal continúan dando color al paisaje en cada una de las paredes, fachadas que sobreviven, desafiando al paso del tiempo…pero por supuesto hablo por las reliquias que todavía quedan en pie.

Gualaceo no tenía arquitectos, pero era dueña de una arquitectura tradicional y colonial. Sus casas de bahareque (tierra, carrizo, palo y cabuya) construidas sobre pilastras de “madera de cerro”, dirigidos por el más experimentado conocido como “el maestro mayor”, con dos hasta tres patios interiores, con un árbol frondoso (frutal como el higüero u ornamental)en el centro del primero y un horno de leña en el último, al final de tanto esfuerzo, llegaba la ceremonial “puesta de la cruz” a cargo de los padrinos de la casa terminada y el lanzamiento de los “capillos” con voluntad para que la casa no cayera,  aquí es donde hacían el gualaceño su vida diaria, eran realmente hermosas sus construcciones…tuve la dicha de vivir en una de las tantas “viejas casonas” en un céntrico lugar de esta urbe. Aquellas casas antiguas y sus calles empedradas de mi pueblo viejo, me traen un nostálgico recuerdo.

En este bello y paradisiaco lugar también ocupaban su espacio los niños, que correteando ágilmente por las praderas, esquivando los obstáculos y los pedregales, trepándose a los árboles frutales y viendo el volar de las golondrinas, los allpulpis, las tórtolas, los chugos y los chirotes, admirando el colorido plumaje de los quindes con sus afilados y largos picos. Inquietos e incansables se resbalaban, caían y se levantaban, con los codos y rodillas “rasmillados”…mientras aquellas abuelas y madres les gritaban “ven dame la mano…porque no miras por donde andas” les increpaban, cada vez que caían tropezando.

Todos los caminos nos traen a Santiago de Gualaceo les escuchaban los lugareños, decir al visitante…eran centenares esos caminitos llamados ”portillos” llenos de kikuyo para el paso obligado del transeúnte, mientras a sus lados, generosamente crecían los pencos, las moras, las retamas, el chillco y el sauco, así como los grandes árboles de guabas, capulíes y cañaros.

Aprovecho, para rescatar del olvido de mi frágil mente a dos plantas que me impresionaron:
·         El chillco –recia planta del cerro, como decía mi abuela- con sus ramajes que no se quebraban fácilmente, se decía que es una planta de los páramos, por ser muy resistente a los fríos y las temibles heladas. En nuestro pueblo sus ramajes fue asiduamente utilizado y conocido “como la escoba de los panaderos” y de los “barrenderos”.
·         El penco blanco casi todos lo sembraban, porque era utilizado como “el jabón de la lavandera”.

Fueron múltiples las ocasiones y lugares donde me narraron que los hombres y mujeres de este pueblo, mediante “mingas” con pico, barreta y pala abrieron la primera trocha para un paso carrozable rompiendo la montaña en el sector del descanso, y luego bautizado como el Tahual…cuando lo lograron todo fue algarabía, porque viajar en ese entonces a Cuenca era una verdadera odisea y se requerían de muchas horas de camino.

Como podría olvidar las paredes negras en las cocinas de las casas de mi pueblo viejo causadas por el hollín, si era lo que caracterizaba al lugar donde se cocinaba con leña sobre la tierra, atrancando las ollas, con las piedras de cangao, conocidas como “tullpas” o en fogones construidos sobre adobes, en una base de cal, arena y ladrillo; la cocina de la abuela, con su armario de madera donde guardaba celosamente sus secretos para el buen sabor de las comidas, junto con sus típicos utensilios, las cucharas de palo, la cuchara “mama”, los tiestos, los cedazos, los platos, medianos, las ollas de barro en sus diferentes tamaños siendo los objetos que no podían faltar para la demostración de las habilidades del ama de casa con su inimitable sazón, en la preparación de las exquisiteces en arte gastronómico, que caracterizaba a este pueblo.

Los sábados nuestros ríos eran tomados por las hacendosas y madrugadoras mujeres, preparando tempranamente su “quipi” de ropa, las bateas y el jabón negro, era considerado como el día destinado para “bajar al río”, tenían su puesto y conocían su piedra para lavar la ropa, para luego ser tendida sobre los alambrados o los pencos existentes en las orillas, a la vera del camino. En las tardes al finalizar su faena, se completaba con el ceremonial baño familiar, las mujeres bajo sus “camisones” y los niños desnudos con sus gritos de alegría, esto fue tradicional y característico en las playas de nuestro “río gualaceño”.

Pero el éxodo continuaba…de este pueblo durante toda su vida, salían sus hombres buscando trabajo, unos rumbo a la costa, a la capital y muchísimos otros rumbo a la Amazonía, llegando incluso hasta el Zamora, en calidad de mineros buscando oro, en ríos y montañas, asentando sus campamentos por largos meses “lavando el oro”, polvo que luego era traído para ser comercializado a los comerciantes o joyeros que por este motivo frecuentaban este pueblo.

En el entorno familiar y social se comentaba, que en el puente Velasco Ibarra un grupo de “amigos”, se reunían esperando por largas horas el arribo de un viejo minero, para invitarle y llevarle a una fiesta, que “aparentemente” lo organizaban en su honor, para darle la cordial bienvenida…esto ocurría días antes de los carnavales…el conocido minero embriagado de felicidad, dio rienda suelta a su generosidad… durante el baile todos le escucharon que le pedía permiso a una hermosa y rubia mujer, para regarle sobre su cabellera el ansiado “polvo de oro”, propuesta que fue aceptada gustosamente y sin titubear…luego de cada baile con el viejo minero, la distinguida dama, se daba tiempo para ausentarse a su recamara y sobre su mesa tocador con el peine hacer caer y recoger el preciado “polvo carnavalesco de oro”…luego de dos días de festejos, el minero llegaba a su hogar, con una pequeña reserva que lo tuvo a buen recaudo, pero sin la mayor parte del producto que tanto esfuerzo le había costado obtener.

Como podremos olvidar a los maestros joyeros, como a don Eloy Alvarado, entre otros, que no recuerdo que se quedaron afincados en este Cantón, prolongando la leyenda de la histórica fiebre del oro colonial del rio santa bárbara…fueron tiempos donde fácilmente se conseguía el “polvo de oro”, pero eran pocos los que la trabajaban, se cobraba de cualquier forma para enseñar el difícil arte de este oficio; la joyería dio trabajo a muchos “aprendices” entre los que se destacaron algunos jóvenes de Chordeleg…Hoy todavía nos queda como testimonio viviente de esa historia y el arte de la joyería en Gualaceo el Señor don Alejandro Álvarez Luzuriaga…toda su vida entregada a la fundición del dorado metal, para transformarlo en anillos para las bodas y en bellos adornos colgantes, cadenas, manillas, aretes y candongas para subir el quilataje de nuestras extraordinarias y bellas mujeres.

Cuando la explotación del oro se esfumo, Gualaceo fue condenado al abandono, simulando ser un “pueblo fantasma” cumpliendo con su destino aquel calificativo lo soporto por infinito tiempo.

En el pasado educativo -recuerdan sus ex alumnos- que los hermanos cristianos, como parte de sus tareas educativas realizaban gincanas, basados en juegos con la naturaleza y el reconocimiento de las flores y plantas que habían visto en sus excursiones por el camino.
Tal vez hayan algunos que ignoren el motivo y origen de “las romerías” o fiestas de los santos en Gualaceo, a pesar que no hay ningún testimonio escrito, pero se cuenta que allá por aquellos tiempos, al propagarse en esta zona epidemias, los vecinos del pueblo para hacer remitir esas enfermedades se ofrendaban “de por vida” a la Virgen o a los santos en romería jurándole que su devoción la llevarían año tras año, con fuegos artificiales y acompañados con una banda de músicos del pueblo.

A cuantos personajes en este pueblo podría hoy hacerles desfilar frente a este selecto auditorio, a los cómicos, a los charlatanes, a los humoristas, a los mujeriegos, a los militares que llegaron con su cuartel y dejaron descendencia, a los ladrones que primero robaban y después se arrepentían, a los músicos, a los agiotistas, a los letrados, a los deportistas, a los comerciantes, a los artesanos, a los agricultores, y otros que me olvido.

EL BOTICARIO DE MI PUEBLO…EL Dr. Manuel A. Coello (+)...
¿Lo conocía usted?...
Si...si... ¡justamente allí!, frente a la plaza Guayaquil, vivió el “boticario de mi pueblo”...en la calle Luis Ríos R. y c/Dávila Chica, en esa centenaria casa patrimonial de color blanco, edificación esquinera con una arquitectura de rasgos coloniales, celosamente cuidada y con su área comercial donde funcionaba la BOTICA GUALACEO, a pesar que hoy le cambiaron su nombre original por el de Farmacia, pero su esencia permanece allí intacta como un inolvidable recuerdo. Su conocimiento lo brindaba, preparando y expendiendo sus productos medicinales en base a las fórmulas solicitadas por los galenos del pueblo, sin importar si la noche llegaba, porque la botica de mi pueblo siempre la encontrábamos alumbrada, con los destellos de su “petromax” con camisola y gasolina.

Al “boticario de mi pueblo” le recuerdo como un personaje cercano a la gente, que inspiraba confianza y seguridad, que aconsejaba, escuchaba y consolaba a los paisanos. Les recetaba mucha conversación a los abuelos que estaban en el otoño de la vida y les dispensaba alegría y ganas de vivir.

La botica del pueblo, con sus hermosas balanzas que él tanto quería, por lo exactas, lo divinas, lo apacibles; los frascos molestosos pero amigables y el cariño de una familia entera, este pueblo a veces ingrato, le dio las alas para volar solito pero cuando falleció, le vieron partir con pena pero con orgullo, porque era nuestro Boticario, perfectamente capaz de curar una pulmonía con pócimas secretas tan bien aprendidas que incluso dormido podría prepararlas. Con un aire tan sincero y cercano, que si no estaba el doctor Manuel Antonio su esposa, “mama Columbita” era la preferida por la clientela, pero cuando se ausentaba le esperaban por horas, porque de sus ojos claros emanaba toda la fuerza del saber, todo el don del que cura, como un hechicero medieval, apuesto y sencillo.

Este era el perfil humano de Manuel Antonio Coello, médico y farmacéutico, padre, abuelo, quizás bisabuelo, al que lo conocí desde mi infancia ya lejana en el calendario. Fue un hombre de corta estatura, pero afable, de sonrisa abierta y abrazo cálido. Culto, erudito y de conversación amena e ilustrada, yo diría que también un historiador minucioso porque narraba la vida cotidiana, las tradiciones y costumbres de Gualaceo y la historia por el conocidas de familias gualaceñas.

En el ocaso de su vida, Manuel Antonio Coello seguía derrochando sabiduría, coherencia, compromiso social y amor a raudales por este pueblo en el que dejo lo mejor de su vida como profesional; han pasado los años, y nadie ha mirado el pasado para concederle el título de Hijo Predilecto. En la “Botica Gualaceo”, que hoy lo regentan sus hijos y en la que viven, están muchos recuerdos y alguna divertida anécdota de mi niñez, mientras tanto sus descendientes en este punto de salud en la ciudad, continúan brindando atención a sus clientes, y cumpliendo más años, en honor a Don Manuel Antonio Coello “el boticario del pueblo” que continuará siendo un ícono y digno ejemplo de servicio a la comunidad, para las generaciones postreras.


Gualaceo fue uno de los pueblos que con su entorno natural cautivante junto a la belleza y virtudes de sus mujeres, lograron impresionar e  impregnar de inquietud al visitante…que al final volvía para quedarse enamorado.

Todo esto me parece que nuestros abuelos inventaron el pasado y ya no están para aseverar lo comentado.

Este es mi pueblo viejo…aquí es como si “la presencia del pasado” se hubiera alejado de repente entre la nieblina del tiempo…Hoy  puedo decir que Santiago de Gualaceo es un tipo de pueblo diferente y su gente de alguna forma es diferente. Mientras el tiempo continúa su viaje, observamos a jóvenes, que claramente no eran del pueblo, con peinados y atuendos de moda, cruzando arriba y abajo las subidas y bajadas de las calles del pueblo en bicicleta, motos y carros con música estridente… Aquellos venían desde otras regiones, quizás de otros pueblos, siguiendo la carretera o las orillas del ancho río, entonces me dije: ¿forasteros?…Decían que llegaban a este pueblo porque la mayor parte de su tiempo era verano… Los forasteros en mi pueblo cada vez fueron más, apareciendo con ellos, lo que nunca había habido antes, más coches zumbando a toda pastilla, lo suficiente para sentir que, al menos durante las vacaciones, el pueblo ya no le pertenecía a sus auténticos propietarios…pensando me quedaba, pero la realidad era diferente, en este pueblo luego de la “tragedia de la Josefina” se intensifico su crecimiento demográfico, haciendo su aparición los nuevos habitantes…los nuevos vecinos, que llegaron del campo a la ciudad.

Hoy en día al evocar el pasado y la historia que allí ocurrió como tratando de escuchar e intentar ver las almas que allí vivieron y murieron solo recordamos ruinas, sobre la historia de nuestros antepasados, de su pueblo y su cultura. 

Me siento orgulloso haber vivido desde la época de la pollera hasta la minifalda…los valores culturales abandonados hay que rescatarlos…vaya trabajo para los maestros de mi viejo pueblo.

“Por eso aprovecho esta oportunidad para decirles a mis hermanos migrantes…cuando tu vuelvas, increíblemente ya no veras el pueblo que dejaste, a cambio tendrás una ciudad pero diferente…a la que tu abandonaste”

Cuenca, 12 de junio del 2014