Las parteras de mi pueblo
“Era tradicional el “dar a luz” en casa…”
Por: Dr.
Nelson Muy Lucero, MD
“Este viejo oficio es aún una
práctica vigente en las parroquias rurales de mi Cantón…GUALACEO”
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Mi larga trayectoria profesional, está
llena de anécdotas. En cierta ocasión en las primeras horas de la madrugada, golpearon mi puerta, doctor, doctor…una emergencia…doctor la
emergencia es en Guapan…caramba, mi fama hasta donde ha llegado…alegremente en mi
carro nos dirigíamos rumbo a Guapan…uno
de los acompañantes un tanto preocupado me dijo, doctor, estamos siguiendo el camino equivocado…tranquilo
vamos bien, Guapan está en Azogues…No
doctor es al otro Guapan, es una comuna perteneciente a la parroquia de Remigio
Crespo Toral…ni modo una vueltecita e “U” y nos enrumbamos a la otra dirección…al
arribar a la plaza de la parroquia mencionada y me dijeron aquí puede dejar su
carro…unas acémilas nos esperan y están listas para completar su viaje…aquel ascenso en plena montaña escarpada fue espectacular
las acémilas continuaban su viaje, siguiendo un camino de herradura…las dos horas de viaje fueron eternas… creo que haber
rezado unos cuantos rosarios… uffffff, ¡por fin llegamos!…allí al fondo en medio
de un bosque se divisaba una casita de pobre donde estaba mi paciente, al llegar observe, que estaba siendo atendida
por una comadrona, la misma que sin duda alguna habría decidido en un
determinado momento enviar a buscar un médico...al traspasar el umbral de aquel
cuartito, se entrecruzo mi mirada con el de la comadrona (una mujer de
aproximadamente 50 años) con aires de
preocupación, llevaba dibujado en su rostro los rasgos duros y ásperos de su piel
golpeados por los vientos, el polvo del campo y el quemante sol de las alturas…Rompiendo
el silencio le interrogue…que sucede “mama grande”…son cinco días me dijo, que la
pobre no puede dar a luz…el feto estaba en un posición transversa…había que
realizar rápidamente una versión externa…aunque usted no lo crea…lo logramos…bastaron
dos horas y dio a luz un hermosa niña…familiares y vecinos comentaban el suceso…dos
platos de barro con el caldo de gallina humeante para la paciente y su doctor
fueron degustados inmediatamente antes de las siete de la mañana…Mientras
aquella pequeña comunidad de parentela se organizo en fiesta, yo sufría por el
regreso…llegaron nuevamente las acémilas y pensaba…por Dios ahora que no suceda
nada en el descenso…me persigne y todo lo que Dios quiera…afortunadamente sano
y salvo…por eso estoy aquí para contarlo.
En ese marco le encontramos a la “comadrona” una mujer como todas, usando su traje
típico (blusa blanca y pollera roja) de mediana estatura, resaltando en su
rostro una mirada vivaz, sus pómulos grandes, sus labios gruesos, su piel
canela quemada por el sol y arrugada por el paso de los tiempos, lo que la
emparentaban con el resto de mujeres de su estirpe, cuyo mundo era el barrio
comarcano, el anejo marginal y el trabajo severo aderezado por las necesidades
de una vida difícil en los asentamientos humanos gualaceños...fueron aquellos
años donde no conocíamos, ni soñábamos que en nuestros bolsillos tendríamos
descansando los centavos americanos o el billete verde como moneda de uso
obligatorio... épocas donde se ganaba por el trabajo “los ya olvidados sucres”.
La “comadrona” nos cuenta que este oficio lo lleva orgullosamente desde que los
heredó quien sabe desde cuando…incluso piensa que talvés fue costumbre familiar
que lo tomaron desde su bisabuela, que luego lo acogió tímidamente su abuela y
posteriormente su madre y ahora“ yo le hago a esto, es uno de mis tantos
oficios, soy la única en toda la comarca” me comenta…Ya ve doctor que hasta
usted no me reconoce…usted nos preparo a un grupo de 10 “mujeres de distintas
partes del cantón”, para que atendamos los partos y por eso es uno de los
médicos al que mucho apreciamos y agradecemos…fue usted quien nos levanto el
ánimo y nos regalo sus conocimientos, enseñándonos en forma práctica, lo que hasta
la fecha me sirven; son ya 23 años, si mal no recuerdo: aparte de tejer
sombreros, hilar el “guango”, cocinar, trabajar el campo, tengo mi oficio el de
partera, lo digo con orgullo...pero cuando la veo difícil solicito
inmediatamente la venida de un medico…usted nos decía no se hagan las
héroes…debemos ser valientes para reconocer nuestras propias limitaciones, será
entonces el momento que enviemos a alguien por ayuda, de un profesional …
Los lugareños comentaban que no había casa en la vecindad que en algún momento no
se haya transformado en una maternidad, este servicio en salud brindado por una
partera, a muchísimos kilómetros del centro cantonal, en lo alto del cerro, con
vientos helados que ni los rayos del sol calientan, bajo un manto de nubosidad
extrema, allí estaba aquella mujer siempre dispuesta y solidaria para auxiliar
a los que la requerían por sus servicios.
Recorriendo el tiempo esta vez en otro sendero, por allá en un pueblito de
nuestra serranía ecuatoriana (Ambato-Patate), logre llegar aunque sudoroso y
cansado, preguntando por la “partera del pueblo”, es aquí, me dijo un
labriego…allí la encontramos, en una clásica casita de campo, “de adobe y
madera”, en un aposento de cuatro paredes, con una mesita al fondo, cubierto de
un plástico florido como mantel y a los lados unas largas banquetas de madera…aquí
en este lugar, la anciana mujer explicaba su arte, instruyéndoles a otras
mujeres más jóvenes, me senté a escucharla, cuando les decía…no se olviden
nunca, lo principal es el aseo…a la parturienta se les debe atender en un sitio
limpio…debemos armarnos de mucha paciencia y a veces de coraje…“ninguna mujer
se niega a dar a luz, si no puede hacerlo…porque es una cosa desesperante parir
y es peligroso no meter la mano(ayudarla). La parturienta se muere si nadie la
ayuda”…parecía un intruso…no me atreví a interrumpirla…bienvenido doctor…sintiendo
que todas las miradas se posaron en mí, me toco intervenir, a pesar de que aquella
envejecida mujer, ya lo dijo todo…Con
esas palabras la comadrona nos resumió el porqué de la existencia de estas
doñas con sus artes: están cuando los otros, los profesionales no estamos o no
queremos estar, esa es la purísima verdad.
Mientras aquella experimentada mujer narraba y compartía sus anécdotas de
hechos reales como parte de su vida, en las polvorientas y soleados caminitos
de su campiña, se les escuchaba jugando y gritando en una pequeña plazoleta a
20 pequeños infantes, la mayoría descalzos entre los 5 y 10 años, quienes
fueron en su momento ayudados a salir de las entrañas de sus madres con la
fuerza de su carácter y sus manos de dedos gruesos y callosos, debido a su arduo
trabajo en otras faenas diarias.
Es aquí en estas zonas alejadas del ruido urbanístico donde aprendieron a
enfrentarse a las necesidades sin tener cómo pagar un parto en una maternidad,
lo que es peor el tener miedo de bajar al hospital debido a que sobre este se
tejieron muchísimas anécdotas negativas.
Fue una ocasión que una partera se confesó: “Yo jamás pensé que lo hubiese
podido hacer, creía que no estaba hecha para esto, pero mientras una vive,
jamás se piensa que muchas familias nos requerirán en su trayectoria; fue así que
un día me llamaron para que ayude “a parir” a una chica, la experiencia era
mínima, no me quedó más que maniobrarla (darle asistencia)…el niño nació con
vida y por fin supe que podría hacerlo una y otra vez”…luego le aplicó unos
cuantos masajes que aprendió de otra partera, y se producían los alumbramientos…por
fin a bañarle al recién nacido…no me iba a vencer…esto lo veía hacer a mi abuela, a mis tías.
El resto, fue aprendiendo con los años y más de una vez se enfrentó con la
muerte. Pude alguna vez fracasar nos comentaba (que el niño o la madre
murieran), pero siempre me encomendaba a mi Dios y a la Virgen del Carmen…con la
ayuda divina salía adelante, todos los niños que atendí están con vida…A veces
me visitan o me traen regalos.
Rosa, es el nombre de esta “partera”, es madre de 9 hijos, pero el último,
“Manungo” así le dice, tiene 3 años…nos relata que nació gracias a su propio
arte: “Yo sola me preparé...me tomé mis agüitas aromáticas, hechas a base de
yerbas, masticando la panela, deje lista la cama con blancas y parchadas sábanas,
mis manos limpias, me metí los dedos…reventé la fuente, al acabar de fluir el
líquido (líquido amniótico), se pudo
apurar el parto. Ahí lo ve, arisco y bribón, dice del pequeño Manuel, quien
juega sobre las piernas de su abuela, en el pequeño patiecito de tierra, de la
modesta vivienda, en las zonas altas del sur-oriente de nuestro Cantón.
LOS SECRETOS DE
UNA PARTERA
La emoción es manifiesta, cada vez que esta mujer nos intenta explicar su
oficio para el que solo cuenta con el apoyo de sus manos y una oración previa a
Dios y la Virgen María. Nos comenta, que cuando ella llega, todos los
acompañantes respiran un aire de tranquilidad dejándome todo en mis manos y
bajo mi entera responsabilidad.
Mis herramientas son: con estos tres dedos (índice, medio y anular) le ayudo a
que salga la cabecita, dice la partera. Ya cuando sale la cabecita, sale el
cuerpo. Salvo que se dificulten las cosas podríamos esperar lo peor y unas
tijeras con las que corto el cordón umbilical. El resto son montes, sebo,
aceites (de ricino) y su experiencia.
El secreto esta, en acomodar bien el cuerpo del niño…con mis manos, esas mismas
manos que uso para lavar la ropa de encargo, para ponerme el sombrero o para hilar
la lana…esas mismas manos son las que ayudan a guiar la cabeza del infante
hacia la boca del útero…Se tiene que “encajarlo para hacerla parir”…“con sebo
calientito” que una misma prepara derritiendo sebo de vaca con matico,
manzanilla y mentol, se le frota la barriga.
Ahora, nos comenta a las PARTERAS solo
nos buscan para que les demos acomodando, el cuerpo del niño en el vientre
materno...ahora en su gran mayoría van a la maternidad, creo que está bien,
allá es más seguro. Hay medicinas e instrumentos para cualquier emergencia, nos
dice aquella mujer, quien atendió el nacimiento de 3 de sus 15 nietos y 5 de
sus 10 tataranietos.
Locuaz como todos en el pueblo la conocen, la comadrona comentaba y recomendaba:
- Es tradicional la preparación del caldo de gallina
“hirviendo” para la parturienta, una hora después del parto; esto se mantiene
en muchos hogares hasta la actualidad.
- Los lavados a la madre, con permanganato o bórax en
escama hasta los cuatro días después del alumbramiento para limpiar el
organismo.
- A los ocho días se les brindaba un purgante de
aceite de ricino, para purgar la lechecita, “¡porque los bebés botan un líquido
verdoso!” (meconio), comenta la comadrona...
- A los 40 días después del parto se les calienta el
bajo vientre, con parchecitos de sebo, se las acomoda para que no tengan
descensos (prolapso uterino), que no baje la madre.
- Se tiene que quemar con una vela, el extremo
cortado del cordón umbilical inmediatamente, para así evitar el tétanos.
- Se debe quemar o enterrar la placenta recomendaban,
las parteras. Si no lo hacen decían, que se ponía en riesgo la dentadura. “Los
niños se quedan desde chiquitos sin dientes”.
Nos
manifestaba entusiasmada aquella mujer…”LA PARTERA DEL PUEBLO…”
¿Cuántos de nosotros tuvimos el privilegio, de
haber nacido en manos de una PARTERA…?
Mucho me temo que acaban de enterarse
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