Recordando los viejos tiempos:
Por: Dr. Nelson Muy Lucero, MD
“Desde
la terraza de mi casa, en el corazón patrimonial, viajo visualmente
observando a lo lejos los verdes prados, colinas y montañas de mi
pueblo, que cobijados con el firmamento bordado de nubes con diversas y bellas
formas confeccionadas como un manto, llenas de luminosidad
proporcionada por la influencia de la milenaria estrella mayor,
resaltando aún más la belleza natural de este cantón...Vuelvo a sentarme
frente a frente al monitor, de inmediato como musas se despertaron en
mi memoria los múltiples recuerdos sobre los pintorescos monumentos y
personajes de mi infancia...Estas versiones son de hace mucho tiempo
atrás, de aquellas décadas del 50, 60 y los 70, capturados mediante la
percepción de un niño que acumulaba almacenando los hechos de una forma
muy singular. ..Después de tantos años de atesorar esos momentos, ha
llegado la hora de compartirlos con ustedes pero siempre acompañados por
una gran dosis de nostalgia, por los tiempos idos y que no regresarán”.
Todos los personajes de mi pueblo (algunos con capacidades diferentes) adolecían de maldad. Sin embargo, muchas veces se los nombraba para asustar a los más pequeños, repitiéndoles continuamente su “sobrenombre “; aquellos apodos junto con la frase como: “ya viene”...“el Shalva”, La “Tiluca”, “el loco Raúl”, “la auzhillo”, los dos hermanos lustrabotas: Gonzalo y Homerito, eran reconocidos raudamente cuando se los nombraba.
Como no recordar a aquel personaje reconocido como el “niño hábil” , un mecánico, trabajador incansable y gran conversador –a don Alberto Peñaranda-, hombre de entera confianza de los conductores del pueblo, a quién le informaban de los daños del vehículo y preguntaban la hora que vendrían a retirar sus unidades.
El “maestro cañarejo” (era un artesano del zapato) que un día apareció por estos lares, dedicándose exclusivamente a la reparación del calzado, era el único que contaba con una máquina a pedal para cocer esos materiales de cuero. Los zapatos “viejitos” los dejaba nuevos y no se diga a los maltratados y descocidos “carriles” escolares.
Porque olvidarlos a don Manuelito Avecillas un mecánico y el más afamado de la región, en la reconstrucción de piezas o repuestos. La calle Loja fue su residencia y el lugar de su trabajo. Dotado de una extraordinaria habilidad. Un personaje ejemplo de trabajador indomable, dueño de una cultura exquisita, severo con sus hijos y dueño de una acrisolada honradez. Los amaneceres contaban los vecinos de la calle Loja, siempre eran los mismos, el inicio de un nuevo día estaban dados por el ruido propiciado por los golpes del combo sobre yunque, en el taller u el oficio de don Manuelito nos decían.
Cuentan de él –en su juventud- que fue en una ocasión cuando vivía en la ciudad de Machala salió de “parranda” con sus amigos y se quedó dormido en una banqueta del parque; en aquella madrugada se hicieron presentes los amigos de lo ajeno, llevándose hasta los zapatos incluido los pantalones...al despertarse por el bullicio de la gente y las campanadas de la iglesia que llamaba al rosario de la aurora, levantando su cabeza vio pasar a unas damas de negro “hijas de maría” que caminaban rumbo a la iglesia y disimuladamente al verse en esas circunstancias únicamente vestido de una pantaloneta, se levanto y comenzó a correr alrededor del parque, llamando la atención a los transeúntes, fue cuando una gran cantidad de curiosos se hicieron presentes en sus alrededores y entre los comentarios decían que era un atleta contratado por la fábrica de harinas búfalo..., luego de algunas vueltecitas, aprovecho un momento de descuido y escapo de sus admiradores...llegando en su domicilio se entero que su pantaloneta traía una leyenda y justamente decía “fábrica de harinas búfalo”...siendo esa la razón de los comentarios y aquello del atleta...esta anécdota fue real, lo contaron sus propios amigos.
Los hermanos: Cornelio Rodríguez (+) y Polibio Rodríguez(+), conocidos popularmente como los “tozheros”, fueron los que gran parte de su vida se dedicaron al arte de la herrería, hasta el punto que los habitantes de este pueblo a un segmento de la calle Manuel Moreno - entre las calles Manuel Antonio Reyes y Gran Colombia- la reconocían como la “calle de los herreros”, el uno especializados en hacer mascaras y armaduras para los juegos de escaramuzas, las cruces en latón para los pendones, y distintos adornos que solicitaban los “atauderos” para adornar los cajas mortuorias, cruces para los techos de las casas, solicitadas por los compadres, con la utilización de colores dominantes como el verde, el rojo, el amarillo, el blanco y el azul. El otro personaje don POLIBIO se caracterizaba en reparar y fabricar los picos, barretas, y rejas para arados. Fue la calle Manuel Moreno mudo testigo de lo que allí ocurría, si señor allí se encontraban sus talleres, cuartos obscuros, con funestos rincones, pero al mismo tiempo con destellos deslumbrantes, el oficio se veía bombardeado de “chispas” como si se observara un volcán en erupción por la noche, emergían del fogón un calor intenso y el fuego donde ardía el carbón bajo el gran poder de la “fragua”, a este lugar llegaban las acémilas con sus respectivos dueños, para que se les calcen los herrajes y puedan seguir desempeñándose las labores de transporte y carga de sus dueños. Aquí los acondicionaban para que sean alquilados para correr en la tradicional jugada de la “escaramuza” en las plazas de los pueblos de aquella época.
Don Polibio Rodríguez (+), fue siempre el primer invitado a las reuniones sociales o familiares, por ser dueño de una fantástica personalidad, donde él estaba jamás faltaban las risas, risotadas y carcajadas de los asistentes. Sus bromas, anécdotas contadas y acopladas a su manera y junto con sus clásicas “tomaduras de pelo” a alguno de sus amigos eran usuales y de su propia inspiración. Una de sus tantas anécdotas que personalmente en alguna ocasión me comentó con su propia caracterización hoy la comparto con ustedes: “Un día –cuando era joven me dijo- me marche de mi pueblo, rumbo a la costa...pero un día regresé para las fiestas del patrón Santiago, mis amigos al verme se acercaron a saludarme, porque yo era más importante que ellos...yo estaba bien vestido, con, pantalón, guayabera, sombrero y zapatos blancos, estaba impecable “guambra”...fue entonces cuando me llevaron a una invitación en el que estaban presentes invitados especiales, las autoridades del cantón y la provincia...Durante la reunión un distinguido médico acercándose, me pregunto, quien era mi persona...mi respuesta fue categórica, usted caballero está hablando ni más ni menos con el señor Alcalde de Machala y a partir de ese momento el personalmente se encargó de presentarme a todas las delegaciones presentes, a los que incluso les prometía que en una fecha muy próxima se les hará llegar la invitación a mi hacienda llena de plantaciones de banano y cacao, en mi natal ciudad de Machala...algo que jamás lo pude cumplir, porque jamás fui Alcalde, peor ser poseedor de una hacienda...mientras esto sucedía conmigo, mis amigos se festejaban a gusto de lo que estaba ocurriendo, termino manifestando.
En alguna ocasión llegó al domicilio de un respetable ciudadano que festejaba su santo y cuando familiares y amigos bien acomodaditos estaban...don Polibio, sabía escoger el momento que debía intervenir, entonces fue cuando se levantó pidiendo permiso a la concurrencia para poder tomar la palabra e inmediatamente dirigiéndose al dueño de casa, le solicito comedidamente que antes de comenzar la fiestita le pagara los interesitos que le adeudaba de una platita que hace mucho tiempo le había prestado...los asistentes se quedaron mudos y otros asombrados por el acontecimiento...el dueño de casa se levanto y le dijo que no le debía nada y le pidió de favor que abandonara su casa...Fue una broma de mal gusto, pero se solucionó comiendo y bailando hasta el amanecer. Cuantos recuerdos de nuestro personaje sus amigos podrían contarnos tantos pasajes de la vida real, pero los tienen bien guardaditos en aquel baúl del olvido, quizás algún día se animen a contarlos, en memoria de aquél gran hombre.
Don Polibio Rodríguez (+) sin lugar a dudas fue uno de los más grandes comediantes, un gran bailarín y un gran humorista de su querido pueblo.
El “maestro once”, era el mecánico de las bicicletas y un vulcanizador, caracterizándose por su parsimoniosa lentitud y paciencia en su trabajo, tenía su propio transporte, una bicicletita de aro 22. La bici estaba como incorporada a su persona. Cuentan que se compró una camioneta y la tenía bien guardada en un muy bien acondicionado garaje, fueron contadas las ocasiones que hacía rodar su vehículo, una hermosa camioneta de agencia marca Ford.
También existieron personajes que seguramente ocultaban sus tristezas detrás de la alegría que les daba el alcohol. Uno de ellos era Homerito “el lustrabotas”, quien todas las mañanas trabajaba y debido a algunos desencantos, buscaba su refugio en el etílico. Él no cantaba, pero se lo veía todas las tardes por el pueblo esquivando todos los obstáculos que había en las calles de tierra con la maestría de un equilibrista. Nunca pudieron constatar una caída de este personaje, muy servicial en sus buenos momentos.
El sacristán del pueblo, Don Víctor Cada, es un personaje quizás el más popular, conocido en todo lugar. Es un hombre con sus propios deberes y obligaciones con la Parroquia, y tiene su vivienda en el mismo predio parroquial, donde vive junto a su esposa doña Rosario. El Sacristán de mi pueblo, es un ser humano dotado de un profundo sentido de servicio a la comunidad. Sus jornadas comienzan muy temprano y finalizan a altas horas de la noche. Conoce de memoria los diferentes toques de campana: los toques del alba, para la misa, para el rosario y los toques a clamores, este último –según le escuchamos comentar a don Víctor- se tocaba cada vez que había un difunto con la finalidad de que la gente se enterara. La manera en que se tocaba en esta ocasión era con toques lentos y bastante largos, con toques diferentes según el difunto si era hombre o mujer.
Porque olvidarnos de uno de los famosos escribanos: a don Jesús Blandín (+), hombre muy culto, respetado y buscado por los iletrados para que les dé redactando sus cartas de estilos diferentes: de cariño, amor, perdón, olvido y hasta de negocios, que eran enviados a sus parejas que se encontraban en otras regiones del país...fue un personaje ilustrado, serio, confiable y de carácter severo.
Don Carlos Álvarez, nacido en el legendario barrio “el vado” de la ciudad de Cuenca, se afinco por estos lares, según se cuenta en su historial que sus padres le buscaron una novia y le casaron con la distinguida dama doña Herlinda Luzuriaga. Fueron dueños de la primera “fonda” la misma que funcionaba frente al parque central; “mama Herlinda” como cariñosamente se la recuerda con su arte en la cocina decían los clientes de su tiempo, que fue insustituible, única, dueña de una sazón envidiable, en sus preparaciones gastronómicas, el caldo de patas, “el famoso tamal gualaceño” (su familia guarda celosamente la auténtica receta), los quimbolitos, los secos de carne, de chivo, el aguado de gallina, el famoso “mote pata”, los tradicionales refrescos: la yaguana, el rosero, los dulces y mermeladas, en suma era una verdadera autoridad en la cocina, considerada única en su género; fueron los dueños de la primera fábrica de colas que lo gerenciaba el señor Polibio López y encargados de la distribución de combustibles. Don Carlos Álvarez, era considerado el “odontólogo del pueblo”, -fue todo un arte nos comentaba en alguna ocasión- incluso lo aprendieron sus hijos, Herminio, Alejandro y Enrique (+), siempre fueron buscados por ese inhabilitante “dolor de muela”; para las extracciones dentales estaban bien equipados con un juego de auténticas pinzas odontológicas que le fueron proporcionados por un distinguido odontólogo guayaquileño, muy amigo suyo.
El Señor Enrique Álvarez Luzuriaga, sus estudios los realizó en la escuela de los hermanos Cristianos. Apodaban “el mosquito”. En su juventud había sido un excelente y hábil jugador de fútbol. Dotado de enorme habilidad en las artes manuales, como pintor y en los arreglos florales para el culto religioso. En más de una ocasión fue reconocido y condecorado por las instituciones cantonales.
Pero por supuesto no podremos olvidarnos de “polito” López, el hombre más buscado, decano en la zona, hombre publicitado; este personaje viajaba casi siempre con una valija (llena de bisuterías y juguetes), se disfrazaba de “cualquier cosa”, para promocionar sus productos en la venta ambulante, tenía su propio puesto en el mercado Guayaquil, donde usted encontraba desde una aguja y un dedal hasta un can amaestrado, juguetes, camaretas, bombas de carnaval, DDT para las pulgas. Fue varias veces contratado como ayudante de “magos”, para los juegos de azar con “apuesta, haciendo girar la ruleta y con los dados para el juego del “cachirulo”. Cuentan que era único capacitado para la preparación y dosificación de los jarabes para hacer la “cola gaseosa” de sabores en la fábrica de don Carlos Álvarez.
Como real y auténtica anécdota se contaron por el pueblo, que una fábrica de colas que funcionaba en el Sigsig fue comprada por una distinguida dama gualaceña de apellido Serrano y la trasladaban con rumbo a Sevilla de Oro, y le contrataron al señor Polibio López para que se encargue de su montaje y funcionamiento; pero con tanta “mala fortuna” que el carro que los transportaba se daño en Guachapala; obligados por aquellas circunstancias que nos depara la vida, decidieron realizar el montaje de esta fábrica en aquella zona...Luego de algún tiempo la dueña se decidió por vender la fábrica a otro ciudadano que residía en aquella comunidad, cuyo pacto se sello con la celebración de la correspondiente escritura. El cambio de dueños fue comunicado a sus trabajadores, quienes jamás se enteraron de todas las cláusulas.
El tiempo transcurría...al cabo de un año de trabajar y ver que los nuevos dueños no le cancelaban dinero alguno por su trabajo, el señor “polito” López se acerco y les manifestó su deseo de regresar a su tierra y que por favor le cancelaran los haberes que le adeudaban por su trabajo. El Dueño, sin inmutarse le respondió manifestándole, que él no le debía nada porque la anterior dueña les vendió la fábrica incluyendo a su servidumbre. Don Polito...como se fue regreso, sin dinero, pero si con un pedacito de Guachapala, su querida esposa doña CARMEN LOZA (+), con quién procreo dos hermosas hijas, uniendo sentimentalmente a dos pueblos hermanos Gualaceo y Guachapala.
Don Polito, conocía del arte para fabricar camaretas, los mismos que lanzados contra el piso explotaban y lo utilizaban regularmente en las fiestas religiosas y fin de año. Era famoso como amaestrador de canes y para vender sus productos de bazar, en las plazas de los pueblos donde visitaba por su negocio, llamaba la atención de sus potenciales “compradores” haciendo bailar a su mascota en medio de la concurrencia, con su propio estilo de música silbado y cantado por su propio maestro.
Don polito era un “viajero popular”, conocía la capital Quito, como la palma de su mano, allá se desempeñaba como “comerciante de flores” y como tal se tejieron anécdotas tan interesantes, comentados por su propio protagonista.
Fue un hombre que para mantener su hogar, jamás abandonó su misión de buscar la forma de invertir y hacer dinero, su vida transcurrió demostrando ser un hombre honesto, honrado, servicial y respetado, por todos los que tenemos la suerte de conocerlo y contar con su amistad franca y sincera.
Don “polito” López, hoy con sus noventa y seis años a cuestas todavía camina acompañado de su bastón y de la mano de su nieta VALENTINA ORELLANA, por aquellas callecitas del pueblito donde conoció y vivió con su esposa y sus hijas allá en el vecino cantón Guachapala. Don “POLITO” es dueño de su propia historia y es parte importante de la biblioteca popular contada de boca en boca en el Cantón Gualaceo y es por ello que siempre tendrá un lugar en los corazones gualaceños.
Que podemos decir de los ARTISTAS de entonces, creo que vale la pena recordarlos:
A don Alfonso Saquicela (+) legendario “maestro de capilla”, a sus hijos Enrique, Augusto y Alberto Saquicela Lituma, este último un verdadero maestro y artista del violín, en su momento fue nominado para pasear su fama junto con el conservatorio de música “José María Rodríguez” en la ciudad de Cuenca.
A don Carlos Rodas (+), quien fue otro de los violinistas, que dedico gran parte de su vida al arte de la ebanistería, en reparación, fabricación de guitarras y tambores.
Al joven tenor Galo Cárdenas, quién se paseo por los principales teatros a nivel nacional e internacional.
A don Manuelito Jara, artista, músico y compositor conocido entre sus amigos como el popular “carusso” jamás abandonó a su violín, el arte de hacer música era su mayor pasión.
A la orquesta Saquicela, conformada por los hermanos Saquicela Lituma, junto a otros ciudadanos amantes de la música como Don Efraín Muy fueron integrantes en su juventud de esta importante orquesta.
A la orquesta “Ritmo y Juventud” que lo conformaron Don Augusto Chocho (+) como su director junto al grupo de amigos de “cazhilo” Luzuriaga; era un espectáculo ver a “cazhilo” Luzuriaga tocando el “arpa”, fueron los eternos animadores de las principales fiestas familiares y retretas oficiales dentro y fuera del cantón.
La orquesta de los hermanos Tapia, destacaron también en la animación de las fiestitas familiares.
Una mención especial lo dedicamos para los vocalistas de nuestro pueblo a Nelson Cuesta, Servio Cabrera (+), Rigoberto Rodas, Hugo Jara “el eterno vocalista”. A Florencio Vera con su “saxo de oro”, al señor del acordeón Don Julio Guaraca (+) y su hermano Don Manuel Guaraca (+); al maestro de la armónica a nuestro distinguido amigo Sr. Marcelo Tacuri; al Profesor Milton Cabrera, el “hombre orquesta”, diestro en el manejo de varios instrumentos; el dúo de los “hermanos bartolos”.
A mi mente vienen muchos GUALACENCES que han llevado en sus vidas el amor por la cultura y que con su obra han puesto bien en alto el nombre de Santiago de Gualaceo.
Una de las personalidades de la cultura, fue el sacerdote e historiador Fray José María Vargas, del cual mi madre Sra. Doña Silvia Lucero González es parte de su árbol genealógico.
Recordemos a los profesores Don Gabriel García, profesor y director de la escuela Brasil, Doña Inés Guaricela, directora de la escuela “Mercedes de Jesús Molina”; Alfredo Saquicela, alumno de la escuela de los “Hermanos Cristianos” en Gualaceo, escritor y compositor de varios himnos de prestigiosas instituciones del lugar; se desempeño además como profesor de la escuela católica “Mercedes Vázquez Correa”.
Una gran cantidad de personajes conviven en el arcón de los recuerdos. Los duendes de la nostalgia, de vez en cuando los desempolvamos para mostrarlos a las nuevas generaciones.
De aquella época existen verdaderos exponentes en su arte como: escritores, poetas, trovadores, pianistas, tenores, cantores, directores de coro; artistas de la plástica, dibujantes, pintores; deportistas en las distintas disciplinas, profesionales: maestros, políticos, médicos, ingenieros, etc. dirigentes y personas todos ellos talentos que siguieron el legado cultural de las viejas generaciones, que adquirieron relevancia por su actuación en favor de la comunidad están en el recuerdo popular y espero poder contar sus trayectorias y sus anécdotas en una próxima oportunidad.
Santiago de Gualaceo, tiene el sano orgullo de contar con todos estos hijos que han sabido dignificar el arte y la cultura. Sirva este artículo para reconocer la obra de todos ellos y para impulsar la de otros que recién comienzan en este hermoso camino.
Nota: pedimos mil disculpas, en caso que algún familiar de las personas aludidas en nuestro blog, no este de acuerdo con su publicación, espero que nos hagan conocer su desición, nosotros lo respetaremos y lo borraremos inmediatamente.
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